Desde que asistí al evento en La
Alhambra, Santiago y yo estamos en una situación rara. Para empezar ahora soy
invitado a muchos eventos, son como cosas publicitarias, y he llegado a ser
como notorio entre cierto sector –tal vez gay- de la sociedad. Ocasionalmente
aparezco en alguna foto en Paréntesis, y me he convertido en una especie de
Gerardo, pero por mis propios medios.
Por cierto, hoy tengo un almuerzo con él.
Hace más de un mes que no le veo, y tampoco hemos coincidido en algún evento, lo
último que supe y por Tomás, que parece que le conoce, es que se fue a Ibiza
con su “pareja” y las cosas no salieron del todo bien.
—Fue terrible —me dijo mientras
campaneaba una copa de vino antes del almuerzo—. El viejo ese quería pasarse
todo el tiempo encerrado en hotel, y no sé, yo quería salir, ir a fiestas.
Comenzamos a pelear por ello y las cosas se salieron de control.
—Por lo que vi en la foto que me
mostraste no es tan viejo ¿Qué pasa con él?
—Marico no sé, te juro que no sé. El me
conoció en una fiesta, es decir el sabe que me encanta eso, pero de un tiempo
para acá los únicos planes que le gustan son que si ver películas en su casa,
ir a cenar o almorzar en Citrus, y luego pasar todo el día tirando en su casa.
—¿Y que tal es?
—Normal. Mejor ni hablemos de eso ¿Tu que
tal estás?
—Mi vida es un desastre desde que estoy
con Santiago y Armando a la vez.
—¿Qué Santiago? ¿Estás enredado con
Armando?
—¡Santiago! ¿Nunca te hablé de Santiago?
—pregunté extrañado, estaba seguro que lo había nombrado en algún punto— Y lo
de Armando, no sé es algo sexual, aunque me ayudo con lo de carro. El dinero es
como regalar agua para él.
—Supongo. Su papá es el hombre mas rico
de Venezuela, y esta en el top diez de Latinoamérica… ¿Sabias eso?
—Es increíble que ande por ahí sin un
guardaespaldas. No sabía que lo conocías tan bien, tampoco.
—Los conozco un poco, tampoco es que
somos amigos, pero volviendo al tema de los guardaespaldas. Su papá contrato a
diez guardaespaldas de una compañía del exterior que lo siguen a todos lados y
además siempre mantiene con él una especie de rastreador en caso de emergencia.
—Nunca he visto a los guardaespaldas.
—Se mantienen a una distancia prudente,
pero según me explico Armando, actuarían en cuestión de segundos en caso de una
situación extraña… Pero nos desviamos del asunto ¿Quién es ese Santiago?
—Lo conocí un día en una discoteca, y no
sé desde ese día me gusto y estamos juntos. Tenemos como seis meses ya.
—¡Seis meses! ¿Y en todo este tiempo no
me habías hablado de él?
—Creo que si te lo nombre en algún
momento, pero siempre estas demasiado distraído.
—No sé, estoy seguro de que si me hablas
de que tienes una relación seria, tendrías toda mi atención. Como ahorita.
Gerardo me miro en forma extraña. No
sabría explicarlo.
—Pero cuéntame más de Santiago —pidió
finalmente.
Pase a relatarle los detalles de cómo nos
habíamos conocido, las cosas que habíamos pasado, y como ahorita estábamos un
poco distanciados.
—Pero no entiendo —opinó— ¿Qué relación
tendría la fiesta con que él cambie? ¿No crees que estás exagerando mucho?
—¿Tu dices? —Comencé a confundirme— Es
que no se marico. Ese día la pasamos tan bien, pero luego no ha querido ir a
otro evento conmigo, y cuando comencé a insistir y presionarle me salió con que
no le gustaban mis amigos.
—Hagamos algo… Este sábado hay un gran
fiesta en el Hesperia. Creo que se trata de un desfile, algo de moda. No sé, la
verdad no importa. Lo que si importa es que todo el mundo estará ahí.
—¿Y tu iras? —reí.
—Pues sí, ya no tengo quien me lo prohíba.
Ese día salí del café con los votos de
amistad con Gerardo renovados. Armando me escribió y me dijo que ese día no
podríamos vernos, que estaba “ocupado con algo” y en el fondo sentí un alivio.
Luego de pasar casi una tarde hablando de Santiago, me sentía extraño y solo
quería hablar con él, aunque cuando llegue a casa no estaba. Abrí la nevera y
no había nada, así que supuse que salió a comprar algo para cenar, aunque luego
llego sin bolsas, y no se veía feliz.
—¿Paso algo en el trabajo? —le pregunté.
—Nada, nada digno de mención —dijo y
luego se acerco a besarme— ¿De casualidad cocinaste algo o estabas esperando
que llegara?
—No hay nada —expliqué—. Te estaba
esperando para pedir una pizza o algo así —mentí.
Ordenamos la pizza y cenamos en silencio.
No entendía la tensión.
—Este sábado hay un desfile en el
Hesperia —le comenté—. Deberíamos ir.
—Te invitaron tus amigos —comentó con
cierto tono de voz raro.
—La verdad me invito Gerardo, fue el
primer amigo que tuve desde que llegue a Valencia.
—Creo que nunca te había escuchado
pronunciar su nombre.
¿Qué pasa en el mundo? Ahora se supone
que yo estoy loco, y nunca le hablo a nadie de nadie. Fuck.
—Equis. Tal vez podrías aprovechar para
conocerle.
—Si lo voy a conocer, mejor hablame más
de él.
Entonces le conté una versión light de la historia. Sin conocidos
adinerados, y sin confesiones de Gerardo.
—No entiendo bien como es que son amigos…
No parecen tener mucho en común —comentó Santiago en un tono raro de nuevo… ¿Es
posible que Santiago conociera “el secreto” no tan secreto de Gerardo?
—Yo tampoco. Nos caemos bien y somos
fiesteros, supongo que es eso.
—Me imagino.
No había que ser muy inteligente para
darse cuenta que Gerardo no llevaba una vida sencilla y que la misma no iba
para nada acorde a su trabajo… ¿Cómo alguien que trabajaba en “Constelación
Viñedo” podía pagarse una vacaciones a Ibiza? Eso sin contar la ropa, los
restaurantes, los paseos, los cambio de carro. Era evidente que era un vividor…
¿Es posible que yo tuviera la misma reputación?
Tal vez no se si por casualidad, o porque
de alguna forma lo planee así, yo nunca salí en publico con alguno de los tipos
que alguna vez me dieron dinero o me ayudaron con algo. Del mismo modo cuando
gastaba en algo grande, como mi carro, siempre decía “que mi papá me ayudo” o
soltaba cosas como “No fue tan difícil, una llamadita a papi y listo”. A veces,
y sin necesidad, me quejaba de cosas absurdas como el mercado que nunca hacía,
la lavandería o cualquier otra tontería. Comencé a estar nervioso ¿Se había
enterado Santiago de lo ahora se había convertido en mi peor secreto? Fuck, Fuck, Fuck.
—No quiero ir a la fiesta —soltó
Santiago, luego que tuvimos un sexo genial esa misma noche, y pensé que toda la
tensión entre nosotros se había disipado.
—No lo entiendo, nunca quieres salir
conmigo.
—No me gustan las fiestas, ya te lo he
dicho… Y tampoco quiero que tu vayas.
Eso me descolocó… Ya tenia todo listo con
Gerardo, luego de la fiesta nos íbamos con Armando, Tomás y el resto de la
gente para la playa ¿Estaba Santiago prohibiéndome algo?
—¿Por qué?
—No quiero que vayas y punto, no se
consigue nada bueno en esos lugares, y no quiero hablar más del asunto.
¿Qué le pasa a Santiago? ¿Se había metido
en una religión ahora? ¿Tenia un ataque de celos? Ni siquiera tenia la energía
necesaria para insultarlo en mi mente, mientras aún estábamos abrazados en la
cama.
—No iré si es lo que quieres.
¿Estaba diciendo la verdad?
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