Mira brother
yo siempre creí que Gerardo se relacionaba con lo mejor de lo mejor, pero nada
que ver. Tomás y Armando están en otra liga. Es como la línea invisible de la
alta sociedad. Son de esas personas fabulosas que uno cree que no existen en el
país, pero están ahí, explotándonos y riéndose de nuestra foto en el periódico
o de la gestión “millonaria” que hicimos como gerentes. Porque ellos no son el
director de arte o el gerente general de una compañía. Ellos son los dueños del
periódico y de la compañía. Esta gente es la cumbre y los verdaderos dueños del
sistema. Amazing.
Gerardo sabe de la existencia de esa
gente. Recuerdo frases como “son personas
realmente inalcanzables y poderosas”. Una vez me conto que tenia un amigo
de esos círculos, que era un poco raro e inconforme con su estatus, pero que
por eso se hicieron amigos. Según, a través de él conoció a otros tantos. Nunca
le pare a esas historias, Gerardo era un poco mentiroso, y la verdad me costaba
mucho creer una vida así. Whatever.
No podía hacer menos que invitar a
Santiago a la reunión en Matheus, supuse que a Armando y Tomás no le molestaría
si llevaba a alguien más.
—¿En donde es?
—En Matheus
—¿De donde es que conoces a estas
personas?
—Del gimnasio
—¿Vas a salir a un sitio costoso con
gente que apenas conoces?
—No tiene nada de malo.
—No tengo ropa para ir para allá.
—Eso no importa, ahí puedes ir como un
zarrapastroso y ahí nadie te dirá nada.
—Igual me voy a sentir mal porque nadie
va como un zarrapastroso para allá.
Comienzo a arrecharme un poco. Damn it.
—¿Cómo sabes tú eso?
—Lo supongo.
—Es decir que nunca has ido ¿No?
Se me queda mirando, con su cara de perro
amarrado con la cuerda corta, y luego dice:
—No, nunca he ido.
—Entonces no hables sin saber.
La discusión no termina ahí. Seguimos con
el tema todo el día, y al final decide irse a su casa y yo tengo que salir solo
para el sitio.
—Creí que ibas a traer a alguien —me
pregunta Tomás quien vino a buscarme al verme desorientado en la puerta.
Entonces me guía hacia una mesa del final
que yo jamás había visto, o tal vez fue acomodada para ellos y sus amigos. Hay
varias personas: Esta Armando, que anda con una camisa blanca que tiene como un
planificado aspecto descuidado y sobre ella lleva una especie de franela
deshilachada muy extraña. Se ve extravagante. También hay cinco tipos más. Los
reconocí del periódico. Los había visto en un especial que la revista Paréntesis
hizo hace algunas semanas sobre diseñadores emergentes. Todos lucen distintos,
únicos, comparados con el resto de lugar que ahora me parece como una burbuja
grande de decadencia a la que antes pertenecía. Cuando me fijo bien me doy
cuenta que me he acostado con tres de ellos, pero no sabia quienes eran. Fuck.
—Amigos les presento a… —anuncia Tomás.
—Mucho gusto —dicen todos casi al unísono
al escuchar mi nombre, y sonríen con desdén. Los que se acostaron conmigo ni
siquiera se muestran afectados, fingen no conocerme y sonríen con el mismo
desprecio, pero con ese que es fingido y te hace ver más maricón de lo que ya
eres. En cambio Armando me mira con interés, mientras toma un trago de una
bebida como amarilla servida en una copa larga.
Todos se acomodan y al final quedo entre
Tomás y Armando, siento que intentan protegerme. El aroma del perfume de
Armando me embriaga, es divino ¿Qué hay de especial con este carajo?
—¿Qué quieres tomar? —pregunta Tomás.
—¿Qué están tomando ustedes?
Todos sonríen.
—Vino tinto.
—Whisky.
—Martini.
—Sangría.
En mi pueblo, el grupo suele tomar lo
mismo para ahorrar y luego dividir la cuenta. Ahorrar no es algo que parezca
importar aquí.
—¿Y que estas tomando tú? —Le pregunto a
Armando.
—Bellini. Pero esto no lo venden aquí. Le
pague al dueño para que lo tuviera listo antes de llegar ¿Quieres probar?
Es delicioso, sabe como a durazno .
Pasan unas horas, no sé cuanto tiempo.
Cenamos, y luego, el sitio se transforma en discoteca y no nos damos cuenta.
Siento como la gente del resto del sitio nos mira, somos el centro de atención.
Yo también estoy bebiendo Bellinis. Armando le pago al mesonero para que
consiguiera más.
—No tenemos para dos personas —le había
dicho el mesonero.
—Eso no será problema —le dijo, y saco
unos billetes de su bolsillo y luego se los coloco al mesonero en el bolsillo
de pantalón.
—Claro que no —había respondido el mesonero.
De repente me siento feliz. Estoy con la
gente que siempre soñé y pude adaptarme, fui capaz de sostenerles la mirada y
hablarles de tú a tú. Mis historias
parecen divertirles también. En cierto momento veo hacia el resto de lugar, y
observo gente contrariada, gente pasando de la barra a su mesa y derramando sus
tragos, algunos están con cara de fastidio esperando que alguien los atienda.
Nada de eso pasa en nuestra mesa. Nosotros sólo nos levantamos para ir al baño,
que no es el baño común, es uno privado que esta en un pasillo que da hacia la
cocina y que esta justo detrás de nosotros.
—Mañana tendremos una fiesta en el Yate
—dice Tomás— ¿Vendrás?
Fuck. Mañana es domingo o mejor dicho, hoy es domingo, tengo que
estudiar, no tengo ropa limpia y mi casa esta hecha un desastre.
—Seguro —digo. Pero de repente caigo en
cuenta que no sé como llegar o donde hay que verse.
—¿Sucede algo? —dice Armando, pero creo
que esta conteniendo una risa, con él nunca se sabe.
—¿Dónde es el yate? —pregunto, y me siento
súper estúpido.
Armando ríe por lo bajo.
—Si quieres envío a José a que te pase
buscando. Puedes desayunar con nosotros en el Hesperia y de ahí nos vamos al Yatch club.
Al día siguiente luego de comer más
salmón que nunca en mi vida (Y ver como Armando pagaba 800 bolívares para
tomarse un Bloody Mary, que de nuevo, no vendían para más nadie en el lugar y
comerse un yogurt con granola, salimos hacia Morrocoy. Obviamente también
canceló mi parte. No te preocupes, me
había dicho cuando el mesonero por alguna razón dejo la cuenta en mi lado de la
mesa.
Marico, el yate.
Cuando entramos al Yacht club en una caravana de varias camionetas y somos recibidos
por unos ¿Capitanes? ¿Empleados? La verdad no sé, pero se ven bonitos; es que
me doy cuenta que estamos en las grandes ligas. De los carros se bajan varias
personas, hombres, mujeres ¿De que tamaño es ese jodido yate?
—Bueno ¿Atracamos en el mismo cayo de la
otra vez? —pregunta Tomás a otros sujetos.
—Ay no. Después la gente de Isla Larga
que viaja en esos botecitos del terror se nos queda viendo como con ansias. Me
dan miedo.
Recordé las innumerables veces que fui
para Quizandal a hacer una cola para viajar en esos botecitos del terror como
le decía este pajuo, y finalmente llegar a Isla Larga. Comencé a sentir
arrechera.
Entonces comprendí que no íbamos en un
solo Yate. Eran 4 en total. El más impresionante resulto ser el de Tomás.
Parecía una casa, creo de hecho que era más grande que muchas casas de
Tinaquillo. Tenia 3 niveles, 3 camarotes, cocina, y en la platea superior había
una mesa rodeada de una cómoda central. Estaba con la boca abierta.
—Ya esta todo listo señor —Le indicó el
capitán a Tomás y comenzamos a navegar mar adentro.
Estábamos en la mesa de arriba y comenzaron
los problemas.
—Te ves como emocionado —me dice Armando—
¿Es tu primera vez en un Yate?
Comienzo a sentir como un calor. La
diferencia que me separa a mi de estas personas es demasiado… Abrumadora, por
no decir otra cosa.
Y así pasan horas. Unos sujetos de camisa
mojadas y tangas, nos sirven bebida y comida. Algunos van hacia los camarotes y
luego regresan, yo paso minutos incomodos tras otros, como cuando me
preguntaron a donde había ido en mis ultimas vacaciones y tuve que hacerme el
loco ya que todos sin excepción habían ido a algún otro país. Mis ultimas
vacaciones las había pasado en Apure ya que a un amigo se le ocurrió que era
una excelente idea ir a un fundo asqueroso que su abuelo tenia allá, y pasamos
una semana alimentando a los zancudos y sin luz. Después uno de los presente
contó que se había ido con su familia a un crucero extraño que nunca entendí y
llegaba hasta Groenlandia ¿Eso no es un pedazo de hielo?
—¿Qué hace tu papá? —Me atreví a
preguntar. Todos guardan un poco de silencio, pero es muy fugaz, me miran, y
luego el ambiente vuelve a la normalidad.
—Mi papa es socio de una firma de
auditoría. El es socio principal. —Añade, como si no quisiera darle importancia
al hecho, pero lo cierto es que seguramente dice eso ultimo para pantallar.
Pendejo. Fuck.
De verdad que como decía Gerardo, esta
gente eran las dueñas de nuestras vidas. Siempre creí que ellos no existían en
Venezuela. Que los ricos eran políticos que hacen negocios sucios y se roban el
dinero de la gente, pero supongo que en todos lados hay una élite secreta, un
grupo de personas que pasa desapercibida pero que al final son los que marcan
la pauta.
Mas tarde la gente se emborracha, se
hacen como las seis de la tarde, y termino bajando a los camarotes con uno de
esos que ya conocía y estamos encerrados ahí no se cuanto tiempo, pero en
realidad no hacemos mucho.
En la noche volví a mi apartamento
desastroso. No tenia ropa limpia, no estudie para el examen y me dolía la
cabeza. Me acordé de mi carro dañado y preferí dormir.
En la madrugada me desperté sobresaltado.
Escuchaba risas y copas, me imaginaba en el yate. Fui a la cocina por un poco
de agua. La jarra estaba vacía. Fuck.
Regrese a mi habitación con un vaso de agua tomado directamente del botellón.
Mire a Santiago durmiendo tranquilo. Todo llega a un fin, y yo tenia que
mezclarme con Armando a como diera lugar.
Extra
3
—Todo esto me parece tan estúpido. Ni
siquiera sabemos si es verdad
—Nada perdemos con intentar.
—Creo que me gusta un poco.
—Ay Armando…
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