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6. Mas allá de las chimeneas


2. Hola soy un niche si raqueta y me gusta demasiado

Yo debí decirle que se detuviera apenas pasamos ese distribuidor que va más allá de las chimeneas. Yo sabia que por allá uno nunca debía ir, según mi papá no había necesidad, pero cuando vi como sonreía porque finalmente iba a conocer a su gente no pude hacer otra cosa mas alegrarme un poco yo también.

Pasamos por un mundo feo. Subimos por el distribuidor de San Blas, y de repente bajamos por otro distribuidor horroroso.

—Estamos en La Isabelica —explicó. Y quita esa cara, no es para tanto.

Trate de seguir disimulando. Finalmente detuvo el carro en un ¿Bloque es que le dicen? Y me hizo señas de que me bajara del vehículo.  Me aleje un poco al bajarme y llame a Petra.

—Escucha, llego el día en que por fin sabrás para qué te enseñe a usar el Google latitude. Necesito que me localices y estés atenta. Si te repico 2 veces envía un taxi inmediatamente a buscarme.
—¿Pasa algo? —Pregunto Nelson, acercándose a mí.
—Nada, vamos.

¿Cómo empezar a describir la fiesta?

Todo era como un pequeño y caluroso apartamento donde la gente estaba acomodada donde podía. En una parte del lugar había una mesa sabe Dios con que encima, y en la estancia, que era rectangular y parecía tener un balcón al final se repartían un montón de sillas que no guardaban mucha relación entre sí. Estaba horrorizado, y el sentimiento aumento cuando sentí que todos me miraban… ¿Cómo un extraño?

Yo nunca había entrado fiesta alguna donde me sintiera extraño, al menos no en este país. Sentía que mi ropa incomodaba y comencé a sentir calor.

—¿Dónde esta el bar? —Le pregunte a Nelson.

De repente llegamos a una cava donde al parecer estaba toda la bebida

—Solo hay ron —informó Nelson.

La última vez que yo había tomado ron fue cuando estaba en 9no grado en una oportunidad en que viaje con mi familia a España y al parecer allá es algo popular, y mi papá, que no pierde ocasión para demostrar que el puede hacer y comprar las cosas que para los demás no son fáciles, compró dos servicios.

—¿Con té al menos?
—Solo Coca-Cola.

De más estas decir que dure con el mismo vaso toda la noche. Sentía que estaba tomando algún brebaje casero extraño… Ni siquiera había limón ¿Qué clase de gente organiza una fiesta y ni siquiera dispone de los elementos necesarios para preparar un coctel? En mi mundo los cocteles siempre contenían alguna fruta.

De repente estoy solo y se acerca un tipo.

—¿Quién eres tú? —me pregunta sin más.
—Me llamo Armando —le respondo con voz temblorosa y deseando que Nelson se apresure a regresar.
—¿Son novios?

Genial. No tenia idea que debía responder. Observo el tipo para determinar si confío en el. Viste una camiseta que puede ser de cualquier cosa, menos de algodón, una chaqueta como deportiva, y tiene toda la cabeza en trenzas. Solo había visto tipos así en un programa que una vez sintonice por accidente en Televen que se llamaba 100% Venezuela, y siempre creí que se trataba de algo de ficción o un montaje. Decidí que no era buena idea confiar en él.

—No somos novios, solo amigos.
—Entonces puedo decirte que estas chévere. Muy chévere.

De repente reparo en su cara. Es de tez morena y tiene los ojos como entre amarillos y verdes. No es feo.

—Lo dices solo para molestar.

¿Qué esta pasando en el mundo? ¿Le estoy coqueteando a este desconocido?

—Hablo en serio… Me gusta como te ves ¿De donde sacas esa ropa tan rara?

Me pregunto si le gusta mi ropa, se esta burlando o de verdad esta fascinado y no sabe de donde es mi ropa. En mi mundo no se sabe, pero aquí la gente es… ¿Sincera?

—La compré en algún viaje por ahí… No es nada especial
—Te ves bien.

Entonces llega Nelson y pregunta que esta pasando. Ambos intercambian una mirada hostil que no logro entender y me pregunto si estoy en una fiesta de verdad o en una jaula donde estoy siendo exhibido.

—No entiendo que paso ahí —le comento mientras nos acercamos a la cava.

Asco, no hay ni un bar donde armar el drama.

—No quiero que hables con él es todo.
—Me preguntó si éramos novios.
—Le dijiste que si, supongo.
—No le respondí, no sabia que estaba autorizado a decirle que si —solté con malicia.
—No comencemos, no aquí por favor, creo que ya has llamado bastante la atención.
—Ya veo, estas celoso —susurré y reí por lo bajo.

De repente comencé a entender un poco a Nelson, quizá el con mis amigos se sentía como yo en este momento, un paracaidista.

Y después la gente comenzó a bailar en forma muy escandalosa, una música muy marginal que sorprendentemente conozco: Reggaetón.

Y luego tuve que bailar.

Y luego sentí que fui manoseado por varias personas a la vez.

Fue luego de eso cuando me desabotone un poco la camisa y me senté en una de las sillas irregulares. Comencé a hablar con alguien que estaba a mi lado.

—¿De donde eres? —Le pregunté
—Vivo en Parque Valencia ¿Y tu?
—Por ahí mas arriba —mentí— ¿De que es la fiesta?
—De nada, decidimos reunirnos hoy y eso.

Al menos hacen cosas sociales y no es porque cobraron el sueldo o algo así.

—Y tuvimos la suerte que este viernes cayo quincena.

Dure como 5 minutos decidiendo si era apropiado preguntarle que era eso de “quincena”, pero lo dijo con tanta naturalidad que pensé que no sería conveniente. Revise mi reloj y comprobé la fecha. 15. “Tal vez se reúnen los 15 de cada mes”, me dije.

—¿Te divertiste? —Me preguntó Nelson cuando regresamos.
—Si, mas de lo creí posible, aunque me quedo la duda de porque se reúnen los quince y que es eso de la quincena.

Nunca vi a Nelson reír tan fuerte.
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5. Sociales y fuera de ellas


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2. Hola soy un niche si raqueta y me gusta demasiado

Una del las razones de porque esta cachifa sigue con nosotros, es que desde que le conseguí una receta para preparar Bloody Mary en internet, los hace mejor que los que sirven en el Hesperia. Y no había nada mejor para esa resaca que cargaba encima luego del día del Yate.

—¿Eso es todo lo que desayunaras? —preguntó mi padre mientras tomaba café y mordisqueaba una tostada al otro extremo de la mesa— ¿Por qué llevas lentes oscuros en el comedor?
—Creo que me va a dar conjuntivitis —respondo— Me molesta la claridad del comedor, y hoy amanecí con ganas de Bloody Mary.
—Petra, después que Armando se tome eso, traele un desayuno apropiado. Yo me tengo que ir —anunció dirigiéndose a mí—, pero hablaremos más tarde.

Cuando mi padre se marchó, le dije a Petra que no me trajera nada, y que le indicara al jardinero que sacara mi carro del garaje.

Estoy de nuevo en el brunch del Hesperia con Tomás.

—No entiendo una mierda de lo que paso ayer.
—Yo no lo recuerdo —respondí.
—¿Cómo pudiste gritarle así a Javier? Ya no eres tú, siento que te perdí —dice Tomás al tiempo que se sirve tanto salmón ahumado con cebolla y tomate que comienzo a sentir nauseas.
—Estaba borracho. No me hables como si nunca hubieras dado un show tu también.
—Eso lo sé, pero nunca le gritaría a uno de mis amigos. En serio, que si le hubieras gritado al arrocero de los zapatos deportivos no me habría importado, y hasta me habría reído, pero Javier fue demasiado.
—¿Desde cuando te importa tanto Javier?
—Desde el día de la fiesta de los Payares somos novios.

Ahora si me quería morir. Y la cosa no hacía más que empeorar.

—No se si recuerdas que el y yo somos enemigos.
—Tonterías de liceo… No se si sabes que como tú el tiene planes de irse a la Complutense, aunque mientras tanto estudia en la UC, pero eso es temporal.
—Es muy poco probable que nos topemos por ahí, y en ese caso le ignoraré por completo. Además aún no estoy muy seguro si voy a seguir una carrera universitaria o quedarme aquí a estudiar arte y esperar la herencia de mi padre.
—¿Estudiar arte aquí? ¿Dónde? ¿Te irás a Caracas con los colocados e ilusos de la UCV o estudiaras en esa cosa espantosa de la Michelena? Tu estás fuera de control —me espeta Tomás.

Mientras estamos en esas el mesonero nos trae el periódico. En la parte de sociales hay una foto mía con Nelson. Justo lo que faltaba. Consulto el reloj. Mi papá está a punto de tomarse un break de su juego de golf, y probablemente leerá en los próximos minutos. Deseo que como es habitual pase de la parte de sociales, pero no lo hace. A los 5 minutos suena el teléfono.

—¿Me puedes explicar por qué estas en la fiesta de Juan Carlos con un completo desconocido?
—Es un respetado distribuidor de ropa de diseñador —miento.
—Esta noche hablaremos sin falta —y cuelga.

Le explico a Tomás que me tengo que ir y arreglar las cosas con Nelson para entonces estar seguro que le diré a mi papá. En el estacionamiento del hotel le llamo. Quedamos de vernos en Chantilly, pero enseguida me arrepiento. Generalmente hay muchas señoras.

Cuatro horas después estamos ahí. Yo me asegure de ir lo más guapo posible. Llevaba mi camisa Burberry Prosum que aguardaba pacientemente para ser estrenada en una ocasión así, donde debía verme superior. Nelson en cambio viste un jean corriente y una franela blanca. Se que con todo y eso, consigue atraer mas la atención que yo. Le odié un poco por ello.

—No entiendo que pasa entre nosotros —comencé—. Todo iba tan bien.
—Yo si lo sé. Sé que en el fondo no me aceptas.

No estaba preparado para semejante bola ¿Era verdad? Me pregunté hasta donde sería capaz yo de llegar por Nelson.

—Si no te aceptara no estaríamos aquí —repliqué.
—Si pero aunque te esfuerzas, no soportas la forma como me veo, no soportas la forma como me relaciono con tus amigos. No creas que no me doy cuenta como me miras cada vez que tenemos una cita. Sé que en el fondo estás pensando que debería vestir y hablar de cierta forma para verme como alguno de tus pretenciosos amigos.
—Puede que tengas razón, y ojo puede, que no la tienes del todo —sentía que estaba en la cuerda floja, cualquier cosa que dijera a continuación podría significar un Nelson alejándose de mi definitivamente—. Yo no puedo negar quien soy y de donde vengo, y nunca había salido con alguien como tú.
—Alguien como yo —dijo riendo con sorna— ¿Alguien pata en el suelo?
—Tu lo ves como si yo fuese a discriminarte porque no tienes dinero. A mi en realidad el dinero no me importa. Yo lo tengo y lo gasto, pero para mi no es mas que eso. No necesito que tu lo tengas para sentirme bien contigo, el problema es que tu aceptes ese hecho.

Me sentí orgulloso de mi mismo. Nunca había dicho palabras sabias por alguien que me gustaba, pero cuando terminé de decir aquello me pregunte si sería verdad ¿Podría estar con alguien para quien ganarse unos cuantos centavos siempre será la prioridad número uno de su vida?

—Pues entonces tu también debes aceptar de donde vengo yo.
—Yo lo acepto.
—Mentira.
—Ponme a prueba.
—Vamos a una fiesta con mis amigos hoy.
—De acuerdo.

Por el camino llamo a Petra.
—Necesito que destruyas mi closet si es necesario, pero debes encontrarme la prenda más corriente que se te ocurra. No preguntes.

Antes de salir debo hablar con mi papá, estoy casi seguro de lo que me dirá. Estoy vestido con un jean de H&M que compré en algún viaje a Europa y una camisa de Zara de la cual no tengo ni idea de cómo llego a mi closet. Antes de salir de mi habitación me veo en el espejo y me doy cuenta que me veo como uno de esos adolescentes de centro comercial que van a pasar sus viernes en la noche en el cine y para ello se ponen su mejor ropita. Pensé que era lo apropiado.

—¿A donde vas vestido así?
—A casa de Tomás —mentí.

Luego de algunos rodeos mi papá empieza con su perorata.

—Estoy preocupado por ti. Desde que terminaste el liceo no haces otra cosa que ir a fiestas y eventos sociales. Entiendo que el evento de los Payares era algo completamente obligatorio, pero si vas dejar verte por ahí, asegurate que al menos sea alguien de nuestro circulo.
—Como si fuera tan fácil papá…
—No es el tema, si vas a andar por ahí con tipos fáciles o mayores que tú, al menos deberías intentar de ser discreto y no exhibirte en las paginas de sociales con él ¿Qué pensara la gente cuando en cada evento que asistan te vean de la mano con un tipito niche tras otro?

Yo entendía perfectamente lo que quería decir mi padre. Desde que supo que era gay me trato con la mayor comprensión posible, incluso mayor a la de mi madre que solo se pasaba viajando y despilfarrando el dinero. Desde que mi papá se entero de lo mío, me dijo “No importa lo que pase hijo yo siempre te querré, sin embargo debes ahora cuidar tu imagen como si fuera un tesoro valioso, debes demostrar que no te convertirás en un ejemplo penoso, en un viejo fracasado y solitario más”. A pesar de ello, la forma como se refirió a Nelson me molesto.

—Ya te explique que Nelson no es un tipito.
—No pude dar con nadie que tan siquiera le reconozca o sepa quien es. Mucho me temo que a pesar de lo que te haya dicho es un simple asalariado más.
—Trabajar y ganar dinero no tiene nada de malo. A fin de cuentas eso es lo que haces tú ¿No?
—Es distinto. Yo tengo mucho miedo de tu futuro, espero que en lo sucesivo te cuides.

Quede enmudecido por unos segundos, me sentí como la hija en vez de él hijo. Mi padre hizo su distintiva seña de que la conversación se había terminado. Yo le habría replicado, pero lo cierto es que iba tarde para verme con Nelson, así que salí del despacho, pero le dije:

—Esto aún no acaba.
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4. De cómo me volvi loco


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2. Hola soy un niche si raqueta y me gusta demasiado

Nelson y yo nos acostamos y ahora pasan 3 cosas.

La primera es que no estoy muy seguro de cómo paso, pero fue en mi casa.

La segunda es que no dejo de pensar en su cara de idiota contemplando la fuente en aquella fiesta.

La tercera es que creo que me estoy enamorando de él.

Hoy me acompaña a una fiesta en el Yate del papá de Tomás. Cuando voy a recogerlo a su casa lleva una morralito triste que dice “Rusty” en la espalda y usa shorts Quicksilver, de esos que cargan las personas que se bajan del autobús cerca de la parada del Yacht Club. Me quiero morir de nuevo.

—¿Cariño si tu trabajas en Casablanca por qué no usas ropa mas apropiada?
—Es ropa playera —me explica, como si usar la ropa de la gente que viaja en autobuses llenos de arena es normal.
—Tienes razón —le digo, pero en realidad quiero lanzar ese maldito short por la ventana de la camioneta.

De todas las personas que podían estar en este Yate la que menos quería encontrarme viene directo hacia mi.

—¡Javier!
—Armando.
—Tiempo sin verte —me dice y se queda viendo fijamente a Nelson. Yo hago lo mismo y el brillo del sol sobre la superficie del Yate lo hace lucir como un pequeño Dios griego. Me olvide del short. Ya no me quiero morir.
—Él es Nelson —le digo, y como vi que le sonreía demasiado me apresuré a añadir—: Mi novio.
—Ya veo ¿De donde eres padre? —Pregunta Javier dirigiéndose a Nelson, pero yo sé lo que significa ese padre. Lo quiere hacer sentir mal.
—De por aquí y por allá —responde Nelson, y lo mira con una superioridad que nunca le había visto antes.
—Es muy bonito eso que llevas puesto —le dice.
—Es muy cómodo también. Gracias por notarlo

Yo no se si esto que se esta desarrollando entre ellos es una autentica guerra o Nelson esta siendo genuinamente agradecido.

—Iré por algo de beber —Javier perdió. Me acerco para darle un beso a Nelson, pero este me aparta rápidamente y me dice que el también ira por algo de beber.

Ya estoy borracho y a punto de lanzarme por la borda del Yate. No quiero hablar con nadie, y ya le di quinientos bolívares al mesonero para que me trajera tragos cada 15 minutos. Después que dije que Nelson era mi novio, este no dejo de evadirme en toda la noche, y ahora esta hablando con un loco de la vida que esta en zapatos deportivos. Les digo que a veces no entiendo a las personas que conoce Tomás.

—¿Me puedes explicar quien es ese tipo de los zapatos Nike? Bueno supongo que al menos son Nike, pero ya veo tan borroso que guardo mis reservas —le digo a Tomás cuando se me acerca.
—Es una amigo, del amigo de yo no se quien. Creeme no lo invité directamente y llevo toda la noche tratando de convencer a uno de los mesoneros que lo empuje accidentalmente por la borda, pero se negó por lo que ofrecí y no cargo más efectivo —explicó Tomás.
—Yo tampoco, le acabo de dar uno de ellos para que me trajera bebidas.

Media hora después aún seguimos ahí, sólo que yo estoy más borracho.

—No se que me pasa —le confieso—, creo que estoy enamorado de ese maldito Nelson y el se ha pasado toda la noche evadiéndome.
—Ya veré yo lo que le pasa —replica Tomás y se levanta.

Yo se que viene un desastre, lo sé, pero estoy tan mareado que ni siquiera hago el esfuerzo de recomponerme en la silla cuando Nelson se acerca a mí.

—Estás bebiendo demasiado. El mesonero me dijo que te has tomado más de ocho cocteles  —me suelta Nelson apenas se acerca a mí.
—¿Y qué? Estamos en una fiesta —le respondo con acritud.
—Bien.
—¿Me puedes decir que coño te pasa?
—¿A mí? Nada.
—Has pasado toda la noche evadiéndome, y el Yate no es tan grande como para que lo puedas hacer sin que me de cuenta ¡Coño! —Derramé coctel en mi camisa.
—No tenia idea de que fuéramos novios.
—Pensé que eso estaba claro desde lo que paso en mi casa —repliqué y enseguida me sentí tan estúpido que deseé perder el sentido.
—Pues no, no estaba claro. Además Javier tampoco sabía.
—¿Le conoces? No me digas que…
—Sí.

Perfecto. Mi novio que no era mi novio y me enemigo estuvieron enredados.

—¿Eres alguna clase de prostituto? —le pregunto. Me estaba sobrepasando, pero el estaba en mi mundo y ahí yo podía decir lo que quisiera.
—¿Alguna vez te he pedido dinero?
—No.
—Bien. No creo que vaya hacerlo en el futuro. Es más no creo que en el futuro sigamos viéndonos si sigues con esa actitud.
—¿Qué actitud? —pregunte, mientras mi mesonero me traía otra copa.

Nelson le hizo una seña pretendidamente disimulada que no me trajera más bebidas.

—El mesonero no trabaja para ti —le espeté.
—Cuando te recuperes hablaremos mejor.

3. ¿La fiesta o un desastre?


2. Hola soy un niche si raqueta y me gusta demasiado

Casualmente cuando me estaciono esta llegando el chofer de mi padre con Nelson. No puedo explicar lo que sentí al verlo. Se veía hermoso por supuesto, porque él lo es, pero ese traje era completamente  equivocado, y ni hablemos de esos zapatos blancos (¡Si!). Quería morirme, pero antes darle un beso.

—¿Cómo estás? —me saluda.

Lo quiero matar.

—Bien —respondo simplemente—. Me gustan tus zapatos.
—Son antiguos —me explica—, los conseguí en una venta de artículos usados que hubo en la villa olímpica hace unas semanas.

No podía recordar donde quedaba la villa olímpica, después colegí que era el edificio ese que se esta desconchando, que queda como a dos cuadras del colegio donde estudie mi bachillerato. Perfecto. Creo que no quería saber mas.

Entramos. La mansión de los Payares parece como una de esas casas museos que algunos solo han visto en películas del NY antiguo donde la gente va a Connecticut por alguna razón que nunca queda muy clara en la cinta. En la puerta nos toman una foto. Resulta que el evento es de Papá Payares quien esta brindando una fiesta en honor a su hijo cuya obra será exhibida en algún museo de fuera que no recuerdo, o nunca me dedique averiguarlo. Lo cierto es Juan Payares, el hijo, y yo no nos llevamos muy bien, aunque la secretaria de Papá Payares hizo llegar una invitación a mi casa. No pensaba venir, pero Tomás me convenció, además que siempre es bueno dejar verse por ahí.

—¿Saldrá en el periódico? —Me pregunta Nelson.
—Difícilmente. Seguro subirán alguna foto de los anfitriones y de alguna mujer vulgar que haya conseguido ser invitada a esta fiesta y este con un escote de infarto.

Pasan 20 minutos y estamos hablando de cine. Yo sé que Nelson se esta aburriendo, probablemente esta pensando cuando será el momento en que podrá decir algo sobre la última película que vio (¿Transformers tal vez?), pero yo se que eso nunca pasara, esta gente es demasiado pretenciosa para admitir que vio eso.

—Nos disculpan un momento —digo de pronto, pero no era una pregunta, me levanto y me llevo a Nelson conmigo. Note que su traje era de una fibra extraña.

Ahora estamos en la mesa de la comida. Se queda un rato viendo la enorme fuente de Champaña y me comienza a dar mucha pena, pero me contengo y sonrío.

—¿Vas a llenar un copa o no?
—Seguro.

Después nos sentamos cerca del conjunto que toca una música espantosa, como la que le gusta a mi papá.

—¿Sabes que aquí hay comida como para una batallón pero todo el mundo se sirve como si fueran a engordar cincuenta kilos con cada bocado?

Me pregunto si lo que me esta diciendo es en serio ¿De verdad le parece que hay tanta comida? Ni siquiera tienen ojos de buey. En fin.

—Es de muy mal gusto comer tanto —le explico— la idea es beber y festejar.
—¿Entonces para que colocan tantas cosas? ¿Qué harán con eso después?

Yo nunca me había preguntado que pasaba con la comida que queda en las fiestas. Mi papá una vez hizo una fiesta en casa, y recuerdo que al día siguiente nuestra ama de llaves se llevo muchas cosas en una bolsa. Claro eso fue después de preguntarme si quería un “recalentado”, lo cual no entendí, y luego que me lo explicara, la miré como si estuviera loca. No debe ser saludable recalentar una comida que paso toda la noche al aire libre. Pero igual ella no se llevo tantas cosas, así que nunca supe que paso con el resto.

—Supongo que lo regalarán o algo así —respondí.

Comencé a fastidiarme. En mi imaginación Nelson y yo estábamos besándonos en el jardín, pero en lugar de eso ahora estaba haciéndome preguntas tontas sobre nosotros ¿A quien le importa las inversiones y los portafolios? Cuando tenga treinta me preocupare por eso.

—Deberíamos dar un paseo afuera, necesito algo de aire —digo.
—¿Te molesta si me sirvo mas comida?

Me quiero morir de nuevo, pero cuando sonríe y se le hacen unos hoyuelos, cambio de opinión y lo quiero besar.

—Adelante.

Mientras Nelson se queda bobo viendo la fuente de nuevo, Tomas se sienta junto a mí.

—Te he estado buscando toda la noche.
—¿Qué pasa? —Le pregunto, pero se perfectamente lo que viene a decirme.
—La gente no para de hablar de tu acompañante, y he pasado toda la noche evadiendo la respuesta ¿Quieres que les diga la verdad?
—¿Qué verdad? Que es un vendedor absurdo de una tienda que ¡No deja de ver esa maldita fuente de Champaña! Disculpa.

Me levanto a rescatar a Nelson de la hipnosis que parece ejercer la fuente sobre el.

—¿Pasa algo? Tienes mas de 5 minutos aquí.

Cuando nos fuimos de la fiesta ni siquiera nos besamos. El sentimiento de querer matarlo era mas fuerte que yo.
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