Mi plan original era dejar a Santiago en
el segundo en el que decidí enredarme con Armando, pero las cosas no salieron
como las tenia previstas.
Para empezar el lunes luego de la salida
del Yate, Santiago me sorprendió con un desayuno que preparo con cosas que ni
sabia si tenia en la nevera de mi casa. Se veía radiante, y me contó que en la
tarde tenia una entrevista de trabajo, para “algo de oficina”. Yo quería
prestarle atención, pero tenia un poco de resaca y sólo podía pensar en lo
hermoso que se veía con esa felicidad y en el delicioso desayuno que hizo. De
manera que antes de irme al gimnasio tuvimos sexo, y luego quería pasar todo el
día abrazado con él, pero la responsabilidad llamaba y ya estaba faltando mucho
al trabajo.
Sin embargo cuando llegué volví a
sentirme mal, era la sensación extraña de nuevo. Estaba aburrido de mi vida,
pensaba en mi fucking carro dañado y
no me podía concentrar. Desee ser como Armando y lo envidie: Alguien quien
jamás se preocupaba por el dinero y sólo tenia que dedicarse a vivir su vida.
Salí un rato en mi hora libre del
gimnasio y fui a un café que queda en la parte de atrás. Estaba distraído hasta
que vi a uno de los tipos que estaba en la fiesta del yate. Cuando me disponía
a saludarlo, me ignoro. Juré que eso no me pasaría de nuevo.
Mi vida normal me parecía muy aburrida
ahora. Pase una semana completa sin poder reparar el carro porque no tenia
dinero, y cada vez que le escribía a Tomás me dejaba en “D” como 2 horas y
luego me respondía tipo “Disculpa estaba
en el sauna”, “Lo siento estaba jugando tenis”, “Estoy almorzando en Citrus con
unos amigos y Armando, te escribo luego”. Pensé que querían ser mis amigos
pero al parecer no había causado la impresión correcta.
Incluso Santiago se dio cuenta que algo
andaba mal, y no paraba de preguntarme por qué estaba tan alicaído ¿Qué coño es
eso?
—No lo sé. Tal vez es el carro respondo.
Falta mucho para la quincena, y no tengo el dinero para repararlo. Andar en bus
me deprime.
Sólo se quedó en silencio por toda
respuesta.
Un día finalmente Tomás me escribió: “Acercate hasta Citrus, como en una hora
vamos a cenar y luego veremos que hacemos”.
Mi apartamento estaba hecho un desastre.
Tenia que arreglar todo en una hora ya que Santiago venía de visita. A la
mierda todo. Le escribo para decirle que no venga, que se me presento una
urgencia. Obviamente luego de eso me envía como 10 mensajes que decido no
responder, porque me estoy arreglando. Mientras me visto pienso ¿Por qué no?
¿Por qué no?
“No
tengo como irme hasta allá ¿Solución?”
Me quedo esperando, hasta que finalmente
me responde: “José va a buscarte”.
Citrus es un lugar muy pretencioso.
Cuando entro siento que estoy en un sitio exclusivo, pero a la vez en la
Valencia más típica. Armando y su grupo están de nuevo en una mesa del fondo
que tiene un diván. Esta vez cuando me siento todos me saludan, y quedo de
nuevo junto a Armando, que parece tener ya varios cocteles encima.
Pasan un rato antes que yo pueda decir
algo. De nuevo están hablando de viajes, moda o cosas que en realidad no
conozco. Decido que esta vez no me pasará lo mismo que en el Yate, debo tomar
el control, como en Matheus:
—Saben que el otro día fui a V.I.P.
—suelto de repente. El silencio incomodo que dura un microsegundo se instala
nuevamente entre nosotros.
—¿Y que tal estuvo? —Pregunta Armando.
—¿La conoces? —pregunté.
Todos ríen.
—Claro que la conozco. Todos aquí la
conocemos. Valencia no es muy grande así que eventualmente todos terminamos
yendo a los mismos sitios.
Entonces le conté una de mis innumerables
líos de una noche. En la misma, el tipo
que estuvo conmigo se fue gritando al día siguiente que estaba enamorado de mi
he hizo un show en el lobby de mi edificio. Todos parecieron divertirse.
—Debes ser muy bueno entonces para que
alguien se enamore de ti en una noche —comentó Tomás con ironía.
—¡Que curiosidad! —Soltó Armando y luego
una carcajada como nunca le había escuchado.
Yo también reí, pero de repente estaba
nervioso.
—Salgamos mañana —me susurró al oído—,
solos tu y yo.
—Esta bien —le dije.
En seguida me llega un mensaje de
Santiago:
“Hey
voy saliendo para tu casa, supongo que andas por ahí, igual no te voy a esperar
despierto, hablamos mañana. Te quiero”
¡Carajo!
Armando tiene algo que lo hace
fascinante. No es el dinero, es su actitud. Es la forma en que mira a las
personas y luego de unos segundos nadie puede sostenerle su mirada de desdén.
Los empleados se mueren por atenderlo, y andar con él es como estar con alguien
quien por arte de magia obtiene las cosas.
—¿Qué quieres hacer? Me pregunta luego de
que almorzamos en su casa.
—No lo sé. Tal vez podrías mostrarme algo
de la ciudad que no conozca.
—Oh, esto es nuevo para mi —dice
divertido—. Nunca había salido con nadie que estuviera tan dispuesto a que yo
asumiera el control.
Le sonrío, pero no estoy muy seguro de lo
que quiso decir con eso.
Entonces salimos con su chofer en una
camioneta Range Rover. Vamos tomando vino preparado por Petra en unos vasos
metálicos con tapa como los que regularmente llevo a la playa.
—Disculpa el vaso —dice—pero es que para
el sitio donde vamos es mejor llevar tapas en el camino.
—Entiendo —digo. Prefiero no aclarar que
ese vaso es mucho más caro que los que he usado toda la vida para ir a la
playa.
Así llegamos a la Colonia Tovar. Fresas.
Vinos y risas. Armando es un amor. Habla de las cosas que ha hecho pero sin
pretensiones, no dice que fue a Paris para presumir que estuvo allá, lo cuenta
como parte de una historia.
—Fue horrible. Estábamos por los puentes
del Sena y ahí en medio de eso, y como a veinte metros de mi papá me dice que
le gusto ¿Te puedes imaginar toda la tensión que hubo luego en el viaje? Por
eso te digo, que los viajes familiares no son tan aburridos después de todo.
Reímos y seguimos bebiendo. De repente
sucede lo más inesperado.
—Podemos regresar ya antes de que
anochezca o si quieres nos quedamos en una de estas posadas. Petra me hizo una
reservación por si acaso.
De repente estaba en un cuarto blanco. Recordé
la mentira que le dije a Santiago:
—Mi jefe quiere que lo acompañe a buscar
e instalar las nuevas maquinas que pondrán en el gimnasio.
—¿Y que tienes que ver tú con eso? Es
decir ¿No eres un entrenador y ya?
—Yo tampoco entiendo —le mentí.
—Bueno si no vamos a pasar el día juntos
porque tienes que trabajar, anda. Espero que al menos te pague las horas extras
para que no andes por ahí agobiado por el dinero —me había dicho.
Regresé a donde Armando, quien me veía
con sus hermosos ojos miel.
—Bueno, dejame hacer una llamada rápida y
creo que nos podemos quedar.
Llame a Santiago y le dije que como se
hizo tarde con mi jefe tenía que quedarme en un hotelucho con el y regresar al
día siguiente. Me odie a mi mismo, pero cuando estoy en la habitación
desnudándome con Armando y veo su cuerpo tan limpio, con esa piel tan suave,
con ese olor magnifico, se me olvida todo.
Fuck.
Fuck. Fuck. Fuck
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