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7. Serpientes y escaleras… Y enredos





Mi plan original era dejar a Santiago en el segundo en el que decidí enredarme con Armando, pero las cosas no salieron como las tenia previstas.

Para empezar el lunes luego de la salida del Yate, Santiago me sorprendió con un desayuno que preparo con cosas que ni sabia si tenia en la nevera de mi casa. Se veía radiante, y me contó que en la tarde tenia una entrevista de trabajo, para “algo de oficina”. Yo quería prestarle atención, pero tenia un poco de resaca y sólo podía pensar en lo hermoso que se veía con esa felicidad y en el delicioso desayuno que hizo. De manera que antes de irme al gimnasio tuvimos sexo, y luego quería pasar todo el día abrazado con él, pero la responsabilidad llamaba y ya estaba faltando mucho al trabajo.

Sin embargo cuando llegué volví a sentirme mal, era la sensación extraña de nuevo. Estaba aburrido de mi vida, pensaba en mi fucking carro dañado y no me podía concentrar. Desee ser como Armando y lo envidie: Alguien quien jamás se preocupaba por el dinero y sólo tenia que dedicarse a vivir su vida.

Salí un rato en mi hora libre del gimnasio y fui a un café que queda en la parte de atrás. Estaba distraído hasta que vi a uno de los tipos que estaba en la fiesta del yate. Cuando me disponía a saludarlo, me ignoro. Juré que eso no me pasaría de nuevo.

Mi vida normal me parecía muy aburrida ahora. Pase una semana completa sin poder reparar el carro porque no tenia dinero, y cada vez que le escribía a Tomás me dejaba en “D” como 2 horas y luego me respondía tipo “Disculpa estaba en el sauna”, “Lo siento estaba jugando tenis”, “Estoy almorzando en Citrus con unos amigos y Armando, te escribo luego”. Pensé que querían ser mis amigos pero al parecer no había causado la impresión correcta.

Incluso Santiago se dio cuenta que algo andaba mal, y no paraba de preguntarme por qué estaba tan alicaído ¿Qué coño es eso?

—No lo sé. Tal vez es el carro respondo. Falta mucho para la quincena, y no tengo el dinero para repararlo. Andar en bus me deprime.

Sólo se quedó en silencio por toda respuesta.

Un día finalmente Tomás me escribió: “Acercate hasta Citrus, como en una hora vamos a cenar y luego veremos que hacemos”.

Mi apartamento estaba hecho un desastre. Tenia que arreglar todo en una hora ya que Santiago venía de visita. A la mierda todo. Le escribo para decirle que no venga, que se me presento una urgencia. Obviamente luego de eso me envía como 10 mensajes que decido no responder, porque me estoy arreglando. Mientras me visto pienso ¿Por qué no? ¿Por qué no?

“No tengo como irme hasta allá ¿Solución?”

Me quedo esperando, hasta que finalmente me responde: “José va a buscarte”.

Citrus es un lugar muy pretencioso. Cuando entro siento que estoy en un sitio exclusivo, pero a la vez en la Valencia más típica. Armando y su grupo están de nuevo en una mesa del fondo que tiene un diván. Esta vez cuando me siento todos me saludan, y quedo de nuevo junto a Armando, que parece tener ya varios cocteles encima.

Pasan un rato antes que yo pueda decir algo. De nuevo están hablando de viajes, moda o cosas que en realidad no conozco. Decido que esta vez no me pasará lo mismo que en el Yate, debo tomar el control, como en Matheus:

—Saben que el otro día fui a V.I.P. —suelto de repente. El silencio incomodo que dura un microsegundo se instala nuevamente entre nosotros.
—¿Y que tal estuvo? —Pregunta Armando.
—¿La conoces? —pregunté.

Todos ríen.

—Claro que la conozco. Todos aquí la conocemos. Valencia no es muy grande así que eventualmente todos terminamos yendo a los mismos sitios.

Entonces le conté una de mis innumerables líos de una noche. En la misma,  el tipo que estuvo conmigo se fue gritando al día siguiente que estaba enamorado de mi he hizo un show en el lobby de mi edificio. Todos parecieron divertirse.

—Debes ser muy bueno entonces para que alguien se enamore de ti en una noche —comentó Tomás con ironía.
—¡Que curiosidad! —Soltó Armando y luego una carcajada como nunca le había escuchado.

Yo también reí, pero de repente estaba nervioso.

—Salgamos mañana —me susurró al oído—, solos tu y yo.
—Esta bien —le dije.

En seguida me llega un mensaje de Santiago:

“Hey voy saliendo para tu casa, supongo que andas por ahí, igual no te voy a esperar despierto, hablamos mañana. Te quiero”

¡Carajo!

Armando tiene algo que lo hace fascinante. No es el dinero, es su actitud. Es la forma en que mira a las personas y luego de unos segundos nadie puede sostenerle su mirada de desdén. Los empleados se mueren por atenderlo, y andar con él es como estar con alguien quien por arte de magia obtiene las cosas.

—¿Qué quieres hacer? Me pregunta luego de que almorzamos en su casa.
—No lo sé. Tal vez podrías mostrarme algo de la ciudad que no conozca.
—Oh, esto es nuevo para mi —dice divertido—. Nunca había salido con nadie que estuviera tan dispuesto a que yo asumiera el control.

Le sonrío, pero no estoy muy seguro de lo que quiso decir con eso.

Entonces salimos con su chofer en una camioneta Range Rover. Vamos tomando vino preparado por Petra en unos vasos metálicos con tapa como los que regularmente llevo a la playa.

—Disculpa el vaso —dice—pero es que para el sitio donde vamos es mejor llevar tapas en el camino.
—Entiendo —digo. Prefiero no aclarar que ese vaso es mucho más caro que los que he usado toda la vida para ir a la playa.

Así llegamos a la Colonia Tovar. Fresas. Vinos y risas. Armando es un amor. Habla de las cosas que ha hecho pero sin pretensiones, no dice que fue a Paris para presumir que estuvo allá, lo cuenta como parte de una historia.

—Fue horrible. Estábamos por los puentes del Sena y ahí en medio de eso, y como a veinte metros de mi papá me dice que le gusto ¿Te puedes imaginar toda la tensión que hubo luego en el viaje? Por eso te digo, que los viajes familiares no son tan aburridos después de todo.

Reímos y seguimos bebiendo. De repente sucede lo más inesperado.

—Podemos regresar ya antes de que anochezca o si quieres nos quedamos en una de estas posadas. Petra me hizo una reservación por si acaso.

De repente estaba en un cuarto blanco. Recordé la mentira que le dije a Santiago:

—Mi jefe quiere que lo acompañe a buscar e instalar las nuevas maquinas que pondrán en el gimnasio.
—¿Y que tienes que ver tú con eso? Es decir ¿No eres un entrenador y ya?
—Yo tampoco entiendo —le mentí.
—Bueno si no vamos a pasar el día juntos porque tienes que trabajar, anda. Espero que al menos te pague las horas extras para que no andes por ahí agobiado por el dinero —me había dicho.

Regresé a donde Armando, quien me veía con sus hermosos ojos miel.

—Bueno, dejame hacer una llamada rápida y creo que nos podemos quedar.

Llame a Santiago y le dije que como se hizo tarde con mi jefe tenía que quedarme en un hotelucho con el y regresar al día siguiente. Me odie a mi mismo, pero cuando estoy en la habitación desnudándome con Armando y veo su cuerpo tan limpio, con esa piel tan suave, con ese olor magnifico, se me olvida todo.

Fuck. Fuck. Fuck. Fuck

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