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3. Enredaderas



—Esta noche hay una fiesta, podemos comenzar por ahí —dijo, como si hubiese estado esperando la llamada.
—Bien —respondí, sin saber muy bien como actuar.
—Quedate tranquilo ¿Somos amigos no? Vente a mi casa, hablamos y te arreglas aquí.
—¿Qué ropa llevo?
—No traigas nada, yo te presto algo mío.

Unas horas después, estaba en una fiesta increíble en el WTC. Había comida para alimentar a un ejercito y toda la gente parecía entretenida en sus conversaciones.

—Estamos entre lo mejor de Valencia —explico Gerardo—. Toda la gente importante de esta ciudad esta aquí. Ese que vez allá —dijo haciendo un movimiento con la cabeza—, es hijo del dueño del diario “Notitarde”. Tal vez parezca que no tiene mucha importancia, pero esa familia es dueña como de una cuarta parte de la ciudad.

Y así Gerardo fue nombrándome a la mayoría de la gente importante que estaba en esa fiesta. Editores de periódicos, jefes de multinacionales, directores de agencias de publicidad, el presidente del consejo legislativo. De repente me sentía mareado e inseguro ¿Qué teníamos nosotros en común con todas esas personas?

—Ya lo verás.

Entonces me tomo de la mano y nos acercamos a un señor. No era tan viejo, se veía conservado y de tez rubia. Le calcule unos 45 años, aunque tal vez más. Si algo había aprendido en el fucking gimnasio es que el ejercicio es la mejor forma de aparentar menos edad.

—¿Cómo está? ¿Cómo le va? —le saludo Gerardo.
—Muchacho —saludo el señor con cariño—. Todo muy bien. Aunque no tanto como tú —le miro de arriba abajo, y luego me miro a mí sin disimulo.
—¡Ah disculpe! Le presento a un amigo —dijo Gerardo diciendo mi nombre.
—Mucho gusto —replique.

Al rato de estar escuchándolos pude ver a Gerardo en acción.

—Recibí el catalogo de los carros que están ensamblando para este nuevo año. Muy bonitos.
—¿Si verdad? —dijo el señor riendo— A pesar de todos los problemas, conseguimos muchos de los modelos que se comercializan afuera ¿Te gusto alguno en especial?
—Pues si —confesó Gerardo—, pero la verdad, creo que ni vendiendo el mío y trabajando en la Avenida Bolívar por un año lo conseguiría.

El señor rió muy fuerte.

—¡Ay muchacho! Creeme que no hay la necesidad de llegar a esos extremos. Hagamos algo mas simpático, marca el carro que te gusto y regresame el catálogo. Organiza una hermosa fiesta en la piscina como la del otro día con tus amigos, y luego vemos que tal te sale el carro con un descuento especial ¿Te parece?
—Seguro —respondió Gerardo sin dejar de sonreír—. Bueno, yo estoy aquí trabajando, déjeme tomarle una foto para la revista.

Luego de varias tomas, y algunos comentarios más.

—Bueno muchacho, me tengo que ir, necesito hablar con Degwitz antes que se vaya. No te olvides de enviarme el catalogo, y lleva a tu amigo a la fiesta también —se refería a mi.

Ya en el bar Gerardo me hablo nuevamente.

—¿Ves lo fácil que ha sido? Te digo que esa gente que tiene todo, no les duele nada, al menos no tanto como me dolería a mi tratar de comprar el carro.
—¿Y que tiene que pasar en esa fiesta? —pregunté, pero Fuck, no soy tan estúpido. No hay que ser un genio para enterarse de que va la cosa.
—Nada tu vas con tus amigos, te acuestas con esos viejos si quieres, aunque a veces con una borrachera basta, y listo, tienes un cheque firmado, un carro directamente de la planta, un apartamento para vivir todo el tiempo que quieras. Las posibilidades son infinitas.

Mire a mi alrededor. La fiesta se veía mejor que cualquier cosa en la que yo hubiese estado antes. Las mesas, la comida, todo exquisitamente decorado. Ya el simple hecho que hubiese un bar dentro de la fiesta era algo increíble para mí.

—¿No es como ser un prostituto?
—No seas pajuo chamo —respondió— ¿Cuándo en la vida nosotros lograremos esto? ¿De donde crees tú que vienen esas personas? Esos trabajos donde te haces rico no se logran con trabajo. Esa es una mentira que nos dicen nuestros padres, que si hay que estudiar para ser alguien en la vida. Tonterías, esa son tonterías. Los dueños de la ciudad han sido las mismas familias desde siempre, y como si se tratara de una monarquía, eso es traspasado y traspasado entre ellos, uno nunca conseguiría eso de una forma justa.

No entendía muy bien lo que Gerardo quería decir, pero si algo estaba claro que es que según él yo estaba mal.

—¿Pero y que hay de lo que uno quiere, de lo que uno siente? —le pregunté. En el fondo me preguntaba que pasaba si luego de estar allá no me quería acostar con uno de esos viejos.

Gerardo me miro de una forma que nunca olvidaré. Fue como si lo golpearan, y luego su cara de sabelotodo se esfumo por completo.

—Yo no te digo que andes por ahí acostándote con cualquiera. Yo no lo hago. Simplemente soy amable, sonrió, dejo que coqueteen conmigo, que piensen que me tienen. No todos esos viejos son unos pervertidos ¿Sabes? A veces hasta puedes tener algo serio con uno de ellos, y luego no tendrás que preocuparte por nada más nunca.

—Excepto por el amor —dije, aunque también pensaba en el sexo.
—Excepto por el amor —repitió Gerardo, cuyo humor cambió, y de repente dejo de estar feliz. Termino de beber el trago hasta el fondo. Y yo por seguirle la corriente hice lo mismo.

—Nunca había conocido a nadie como tú —dijo. La mayoría de las personas que conozco se ven rápidamente fascinadas por todo este mundo. Eres raro.
—A mi me gusta este mundo —le dije—, pero es la primera vez que vengo a un lugar así. Tengo dudas, hay cosas que me dan miedo marico.

Entonces Gerardo se acerco y me besó. Se sintió cálido, aunque no me lo esperaba.

—Mejor dejemos eso así.
—Si —dije yo, aunque equis. No creo que lo volvería a besar.
—El mundo es como una enredadera —dijo, creo que ese ultimo trago lo termino de emborrachar—, todo crece y se complica, pero uno lo que tiene que haces es escalar y llegar arriba ¿Entiendes?
—Si, pero vámonos, creo que has bebido mucho.

Nunca volví a ser el mismo desde aquella fiesta.

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