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Juventud mal educada más cine, da igual a muerte lenta

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Alguna vez un amigo escribió algo más global sobre este tema (Generación Z). Sin embargo yo voy a irme a los detalles e ilustrar este post con una simple salida al cine.

En estos días leí que alguien Tuiteó (lo siento, no lo recuerdo muy bien) que es increíble como en los años 80 se hablaba de anti valores como un pequeño problema donde los valores aún predominaban, y ahora resulta ser todo lo contrario. No podría estar más de acuerdo con esta afirmación.

¿Desde cuándo ser irreverente se convirtió en un mal educado gesto de montar tus piernas en una butaca del cine? ¿Quién dijo que en el cine se aplaude? ¿De verdad piensas que 20 Bs. F. te dan derecho a tratar mal a un personal que tiene que atender miles de personas al día, y obviamente está siendo todo lo educado que tu nunca serás?

En estos días fui al cine a ver Harry Potter 7. Hace tiempo que deje de ir a un cine el día del estreno de una película (la última vez fue Sex and the city 1) y es para evitar todo lo posible este tipo de personajes:

a) Los toma fotos Facebookceros: Son niños que hacen cosas tan 2006 como abrirse un Facebook en 2010 y empezar a subir fotos de lo que sea. No me mal interpreten la gente puede tomarse fotos donde sea y como quiera, pero ¿De verdad tienes que hacerlo en la cola de las chucherías y pedirle a los demás que se muevan un poco? Eso ya es invasión del espacio personal, mala educación y demostración de un pésimo gusto, por decir lo menos.

b) Los que no tienen dinero y por eso van al cine: Yo no me considero cinéfilo. Carezco de los conocimientos necesarios para ello. Sin embargo me gusta mucho el cine, y voy por eso: Porque me gusta el cine. Y aunque normalmente voy con amigos, y nos encontramos allá, no me reúno en la sala a conversar con ellos como si estuviésemos en un café. No molesto a los demás hablando de nada que a nadie interesa. Dejo a los demás ver la película y la veo yo también. Después de todo eso es lo que vamos a hacer allá ¿No? Y de nuevo no me mal interpreten: La gente sencillamente no debería hablar en voz alta en el cine. Punto. Cuando yo estaba en el liceo, me reunía con mis amigos en una plaza, en Wendy’s o algo así. Tomen nota.

c) Los sencillamente groseros, mal educados, provocadores y absurdos en general: En este grupo voy a meter a aquellos que no cayeron en las categorías anteriores: Son gente que van al cine en grupos que si de diez y hacen cosas molestas como:

- Llegan gritando y siempre tienen a un pequeño ser que pretenden meter coleado en la cola (no me consta, yo siempre compro mis entradas por internet, pero me contaron).

- Esperan la mas mínima falla del personal para armar un escándalo peor que cualquier diva gay niche que se precie (y que tanto odian, de paso): He visto varios, una vez vi a uno que le grito al chamo por que le faltaba un nugget. Vi a varios que pitaron al chamo del cine por qué amablemente les pidió que bajaran los pies de la butaca. También vi a otros que no paraban de gritar y aplaudir una vez que se echo a perder la película. No hablemos de los que aplauden al terminar la función. Los que se salen 10 mil veces de la sala (pisándote en el proceso). Los que gritan cada vez que sale alguien desnudo/sin camisa/ en pantalla, y bueno ¿Entendieron mi punto no?

Es triste que los lugares públicos de esparcimiento se estén llenando de estos jóvenes que confunden la irreverencia con la grosería, que pretenden falsamente ser “cool” por reclamar “sus derechos y “poner en su sitio al mamaguevo ese” (estoy citando a alguien). Lástima que en la sala Premium no tienen todas las películas. 

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Los hombres que no amaban a las mujeres

Algo que intentare hacer habitual por acá es comentar un poco sobre los libros que estoy leyendo. No es mi intención hacer una crítica profunda, sino simplemente manifestar una opinión. No se me ocurrió escoger un libro menos popular, ya que si han leído este captaran la idea del asunto.

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Información:

Titulo: Los hombres que no amaban a las mujeres.

Autor: Stieg Larsson.

País: Suecia. Edición original: 2005

Género: Un raro hibrido entre novela negra y policiaca.

Secuelas: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire.

Primeros pasos

La historia comienza con un monologo algo cansino del protagonista Mikael Blomkvist saliendo del juzgado luego de ser declarado culpable por difamación, en un sonado caso contra uno de los empresarios más poderosos de Suecia. A través de esta introducción nos enteramos que Mikael dirige una revista de economía y otros temas (como se puede conocer más adelante) cuya misión es dignificar la profesión del periodista económico, evitando alabanzas contra los empresarios corruptos y explotadores de entorno económico de su país. Si logramos superar estos primeros compases rápidamente conoceremos Lisbeth Salander, la otra entrañable protagonista de la novela, de cuya genial personalidad depende gran parte de lo que es esta historia en sí. A partir de su aparición la narración se torna más trepidante y luego de aquí el libro avanza sólo.

Desarrollo

El autor muestra una maestría singular para narrar los hechos como si de una película se tratase. A través de pequeños saltos entre los protagonistas y mediante el uso de una narración omnisciente; como lectores podemos estar en varios lugares al mismo tiempo y conocer exactamente cómo piensan nuestros protagonistas. Aunque la mezcla de diferentes técnicas es uno de los aspectos más criticados de esta novela, a mí en lo particular me pareció bien hecho, a pesar de que en momentos puntuales no se sabe si es el personaje o el narrador quien está hablando, lo cual se puede prestar un poco a confusión, pero repito, no es algo grave. Mención especial merecen las descripciones de las situaciones violentas que se dan en el libro y la más que correcta documentación sobre los temas económicos. También es importante destacar que la historia es completamente lineal, para aquellos que odian tramas circulares o de otro tipo.

La novela se centra en dos misterios. Descubrir que hay detrás del empresario todo poderoso y a su vez desenmarañar un complicado secreto familiar para el cual, incomprensiblemente, Mikael fue contratado. De esta manera nos encontramos un desfile interminable de personajes, que pese a los esfuerzos del autor por diferenciarlos entre sí, pasan sin pena ni gloria por toda la novela, restándole fuerza al peso que –tal vez- quiso darle Stieg, para lograr que el lector se interesase en tratar de averiguar por su cuenta quien es “el culpable”.

No obstante, la trama como tal se torna interesante, no tanto por descubrir quien es el malvado del imperio Vanger (que desde cierto momento se hace bastante predecible en mi opinión), sino por conocer sus motivos, y finalmente descubrir que paso con su víctima.

Todo lo malo de la novela se salva con un espectacular y sorprendente final, que aclara de una forma bastante simple, las dudas que se fueron formando los protagonistas, lo cual, en conjunto con los excelentes personajes protagonistas, convierten a este libro en un ejemplar digno de estar en mi biblioteca y en la de ustedes. Recomendado. 6.

Lo mejor

-Los protagonistas de la historia, en especial Lisbeth Salander.

-El sorprendente final, que además resuelve el libro de forma natural y sin soluciones rebuscadas

Lo peor

-La creación a mansalva de demasiados personajes secundarios, que al final no vienen a cuento y hacen pesada y confusa la lectura.

-La narración costumbrista de algunos hechos en la novela, que tampoco llevan a ningún lado.

¿Donde está?

Se puede conseguir en todos los tecni – ciencias del país.

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Jonás

caminos (belenpdprado.wordpress.com) 

Escribir una novela no es tarea fácil. Al menos si esperas hacerlo bien.

El camino de la que estoy preparando ha sido tortuoso. Empecé con la idea hace como 4 años. Escribí una gran parte en 2 cuadernos, pero luego, cuando parecía que estaba llegando a su fin la abandone completamente. Al releer varios de sus pasajes me pareció un escrito vacuo y sin vida, que se alimentaba descaradamente de las cosas que había leído recientemente.

Fue entonces cuando descubrí una de mis grandes preocupaciones a la hora de desarrollar esta empresa: El estilo que deseo emplear/proyectar. El gran Horacio Quiroga recomienda que para iniciarse en estas lides es necesario imitar un poco a los grandes, si el influjo que sientes para hacerlo es demasiado poderoso. Fue lo que hice al principio. Pero luego cuando terminaba de escribir, la historia no me convencía, el estilo empleado no me agradaba, no era yo.

Durante largo tiempo me torture pensando que tal vez no tenía buena estrella para esto de escribir, que probablemente carecía del talento necesario y que debía conformarme con las historias que leía con frecuencia. A pesar de ello, algunos meses después comencé a escribir una segunda historia. En un cuaderno más grande y tratando de refinar al máximo los aspectos que consideraba me podrían diferenciar de los demás. De nuevo abandone la idea. Me di cuenta que aunque había logrado desarrollar una ficción hasta cierto punto original, el texto, llegado el momento, se hizo más grande que yo: Carecía de los conocimientos necesarios para terminarlo, y si lo finalizaba así, probablemente sería tachado de un escrito burdo que arruino el género para el que estaba pensado.

Fue así como abandone toda idea de escribir por largos meses. Incluso, en mi decepción me aleje un poco de la literatura, y me dedique a mi carrera mercantilista, hasta que un día descubrí un blog maravilloso mientras navegaba en la red. Se trataba de las historias de un muchacho de Argentina, quien narraba en forma sencilla y directa las desventuras de su vida. Me sorprendió la calidad de los textos, lo adictivos que resultaban y me fascino su vida. Luego de eso comencé a leer blogs con avidez, hasta que un día decidí abrirme uno. Los primeros comentarios (que increíblemente recibí al día siguiente) me alentaron muchísimo, y con la práctica diaria adquirí una suerte de marca diferenciadora, que mis visitantes no dejaban de recordarme (lo cual agradezco mucho).

De manera que por accidente resolví la preocupación del estilo. Sin embargo la idea de la novela seguía asechándome como un asunto inconcluso. Descarte retomar los escritos anteriores. La primera novela casi terminada me parecía un tostón insoportable, y la segunda, terminada en un tercio tal vez, me parecía aún demasiado grande para terminarla sin una adecuada investigación. De manera que en meses recientes, luego de leer mucho sobre los temas que pienso desarrollar y tomándome el tiempo necesario para ello, empecé con el proyecto definitivo.

Ya desde el prólogo la cosa resulto extraña. Lo rehíce varias veces, algunos los guardaba, y luego comenzaba un nuevo prologo que se desarrollaba a lo largo de hasta 20 páginas. Algunos personajes aparecían en varios de estos “prólogos continuados”, hasta que de repente tenía tantas ideas empezadas que me encontraba en una especie de laberinto y no sabía cómo seguir. Un día me sincere, y luego mucho reflexionarlo, descarte cosas más complejas para desarrollarlas posteriormente. Elimine algunos personajes y compile varios de los párrafos iníciales en un solo documento de Word. Finalmente la novela había tomado forma. Vi claramente a mi protagonista, navegando en esas aguas turbias, visualicé todo el comienzo, su desesperación y sus posibles desenlaces. Todavía no estaba claro del todo como terminaría pero eso es normal dentro de mi proceso creativo. Durante varios días, luego de aquella revelación me dedique a escribir con avidez. Editaba los capítulos listos, empezaba otro. Algunas semanas después sucedió una tragedia: Unos ladrones entraron en mi casa, y se robaron mi preciada Laptop. No tenía respaldos de mi novela en ningún lado, de hecho, perdí gran parte de mi vida ahí.

No voy a decir que lloré, pero estuve a punto. Perdí lo investigado y lo escrito. Mi personaje fue robado. De nuevo abandone el proyecto, pero la idea seguía ahí. Jonás invadía mis pensamientos, pero el desanimo que me produjo el robo, dejo mis ganas de seguir en el limbo.

Finalmente gracias a la recomendación de un amigo, hice un taller de escritura creativa, que me dio nuevos ánimos. Los comentarios del facilitador acerca de mi técnica y mi estilo me dieron el impulso definitivo y ahora de una forma más profesional que nunca, comencé nuevamente mi novela. Espero que en futuro cercano, puedan conocer a Jonás.

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El reparto electoral o inicio del partidismo clientelista

El Reparto Electoral o Inicio Del Partidismo Clientelista
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De la profesión mas antigua

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Juana no sabía que más hacer con su vida, se había convertido en una mujer con el corazón de piedra, incapaz de tener hijos y cuyo único placer era estar con hombres que luego la dejaban sin más.

Cierto día tomo una decisión:

—Jamás me volveré a acostar con ningún otro hombre sin que me de nada a cambio —fue lo que pensó.

Naturalmente para los hombres de esa época concebir algo así era difícil y cuando se lo pedían, recibía las respuestas más increíbles:

—Juana por que no pasamos un momento a solas —le pregunto uno.

—Solo si me das tu amor —respondía ella.

—Adiós —fin de la conversación.

Cuando acudía a los que según los entendidos en la materia se convertiría en el bar del pueblo (Una casa bajo una mata donde servían jugo fermentado), la pregunta era un poco diferente

—Mi amor eres muy bonita ¿No quieres hacerme compañía? —era lo que preguntaban.

—Solo si me escuchas y me das tu compresión —respondía ella.

—Nos vemos —fin de la conversación.

Si acudía a fiestas la conversación era un poco mas larga.

—Quieres bailar —le preguntaban.

—Sí —respondía ella.

Al cabo de un rato le decían:

—Eres muy bonita y bailas muy bien, no crees que tú y yo deberíamos…

—Solo si estamos casados.

Y sin palabras, la conversación (y el baile) terminaba abruptamente.

Ricardo llevaba un mes en el Pueblo, cuando reviso su cartera y se percato que le quedaba poco dinero. Había sido difícil mantenerse con vida pues la gente lo veía como un fenómeno de circo, con lo que según decían ellos, eran extraños ropajes que solo servían para morirse de calor.

Como por esa época no existían las casas propiamente dichas y muchísimo menos los cerrojos Ricardo decidió que era buena idea revisar por accidente las cosas de los vecinos, puesto que el ya no tenia nada y si encontraba algo que le interesara o lo pudiera vender, no estaría haciendo nada malo, pues el sólo era un mendigo en busca de comida.

Dos días después estaba en el bar gastando a manos llenas, entre gente lamentándose de su suerte pues “los cunaguaros se habían llevado sus cosas”. De entre toda la gente vio a Juana y se acerco y le pregunto:

— ¿Quieres acostarte conmigo?

Y como ella estaba ya cansada de tanto esperar le dijo:

—Esta bien.

Al día siguiente encontró un fajo de billetes bajo la almohada y una nueva respuesta para los hombres. Ese día cuando se paro en el bar, y el primero se acerco a preguntarle, ella simplemente le respondió:

—Me acostare contigo si me das dinero.

—Esta bien —era lo que respondían.

(12-09-2007)

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Linealidad

500-dias-con-ella1 Excelente ejemplo de una historia no lineal

Actualmente estoy “trabajando” (no voy a explicar las comillas) en 2 proyectos. El primero de ellos de trata de una serie de historias interconectadas entre sí por personajes, escenarios y momentos en común. Es como una serie de cuentos, que aunque pueden ser leídos individualmente, adquieren un valor especial si el lector presta atención y comprende la relación que hay entre ellos y como a su vez el conjunto en su totalidad puede ser leído como si de una novela se tratase. La idea me surgió por casualidad, ya que siempre al escribir estos “pequeños” cuentos, me centraba en un mismo escenario y luego todos estos personajes venían a mi mente, como si los mismos vivieran ahí desde hacía muchísimo tiempo. A veces pensaba que no podía usar el mismo personaje en dos historias distintas, pero luego entendí que tal vez aquella posibilidad era lo que hacía excelente la obra. Algunos de los títulos son: “De la fundación del pueblo”, “Las profesiones más antiguas” (que pronto publicare aquí), y otro que no se si perdí para siempre, pero que espero poder recuperar o reescribir como en su versión original “Un muerto en la iglesia”. Actualmente uno de los cuentos realicé para el taller de escritura creativa “Circunstancias que obligan a ser iguales”, se añadió a la obra. Quede gratamente sorprendido por el mismo, ya que lo escribí en tan sólo una noche y parte de la mañana (y luego pase todo el día editándolo en físico mientras hacía diligencias con mi mamá) y recibió comentarios muy positivos por parte del instructor del taller, por lo que pienso que la idea no va mal encaminada. Al final lo veo como tomar una novela, desordenarla un poco, y desarrollar los incisos interesantes que a veces quedan sueltos por falta de tiempo.

Algunos se preguntaran qué sentido tiene escribir un compilación de cuentos cuando lo que manda en estos días de nuevo son las historias lineales y fantásticas (como dicen Literatura Postmoderna, post boom o como sea), pero es que de verdad, no me interesan las historias lineales. No me interesa una historia donde yo como escritor soy el que llevo de la mano al lector, mostrándole la cronología de los hechos. A veces cuando le contamos algo a nuestros amigos, siempre vamos con un “luego paso esto”, “después me dijo aquello” y en determinado momento recordamos un hecho importante y decimos “Pero para entender todo tienes que saber lo que paso ayer” y de repente la historia se enriquece aún más. Ese tipo de ideas son las que busco explotar como escritor ¿Qué opinan? ¿Lineal o no lineal?

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Sólo un amor

Él sol matutino era el mismo de siempre. La ligera brisa que entraba por la ventana traía consigo el monótono aroma de todos los días. El desayuno sabía igual. Por alguna razón la vida de Jonás transcurría sin sobresaltos día tras día. Ni siquiera cuando se inscribió en la universidad, actividad que en un principio pensó le añadiría un carácter más interesante a su existencia, la cosa cambio.
Se encontraba en el campus pensando en su padre mientras hurgaba en sus papeles en busca del pensum universitario. Fue entonces cuando lo vio. Vestía un sencillo jean y una camiseta muy bonita. Tenía el semblante preocupado y miraba fijamente hacía al frente como si estuviera observándolo a él, aunque en realidad veía hacia el horizonte y pensaba en la materia que llevaría a reparación “Por culpa del profesor”. Luego sonrió un poco y su semblante cambió.
Se llamaba Arturo. Llegó a la universidad esa mañana un poco abrumado por la noticia de que iba a reparación; pero a la vez se sentía feliz porque una vez pasado ese trago amargo “del cual saldría airoso”, pensaba para sí, podría dedicarse a disfrutar plenamente sus vacaciones. Se imaginaba ya en la playa, tal vez en algún lugar paradisiaco donde lo abordaría un chico; no tan guapo, ya que él no podía pedir tanto, pero si al menos tierno, de esos “que parecen el hermano perdido de vecina linda”, decía para si mismo y sonreía.
Mientras se encontraba divertido con su fantasía playera notó que alguien lo miraba. Continúo sin alterar su semblante y trató de ver a su acosador con el rabillo del ojo. Era un muchacho robusto, pero no gordo, con un aspecto extraño que pasaba desde gracioso a ligeramente guapo, pensó.
Desde aquel día Jonás no pudo sacarse a Arturo de la cabeza. Desconocía su nombre, ni siquiera había notado que él estudiaba en la universidad. Su obsesión le preocupaba, ya que nunca antes se había sentido tan desasosegado en las noches, y menos por un hombre. Recordó como una vez su padre le dijo que el día que se enamorase y consiguiese una buena mujer para casarse y formar una familia, lo sabría desde el primer instante “¿Acaso estoy enamorado yo de ese muchacho?”, se repetía incansablemente hasta que el sueño le vencía por completo.
Arturo por su parte ni siquiera era capaz de recordar ese incidente, porque se encontraba preocupadísimo tratando de hallar a alguien que le ayudase a reparar su computadora gobernada por la ley de Murphy, ya que se dañaba en los momentos más dramáticos, y cuando sus servicios eran requeridos con urgencia. Cansado del mismo técnico, que al parecer nunca lograba resolver el problema, le pidió ayuda a un amigo de la universidad.
—Yo conozco a alguien —le decía el amigo mientras tomaban refresco en el cafetín—, es de aquí mismo de la universidad. Es mas ahí esta —movió su cabeza hacia adelante, y luego silbó— ¡Epa Jonás!¡Come here to paca!
Fue así como se conocieron. Esa noche Jonás, Arturo y su amigo fueron a la casa del segundo a ver la computadora, que era un desastre total.
—Aquí hay virus que aún no se han descubierto en el resto del mundo —bromeo Jonás, y luego soltó una sonora carcajada.
Y Arturo rió. No por que el chiste le hubiese parecido especialmente gracioso, sino por que la risa de él le provocaba un sentimiento extraño. Era una combinación perfecta entre el sonido y la disposición de sus dientes. “No tan perfectos, pero que le lucen a él”, pensaba para sí. Desesperado por volver a verlo reír, habló con su madre y con su consentimiento los invito a todos a cenar. Durante la comida en su cuarto, Arturo tuvo la oportunidad de conocerle más, y para cuando la cena había terminado se encontraba completamente fascinado.
Luego que Arturo llevó los platos a la cocina y regresó de nuevo a la habitación, su amigo se retiró diciendo que le habían llamado de emergencia, y tenía que irse. “No te preocupes, no es nada grave, pero tengo que irme”, le explicó, y luego se marchó. Jonás y él tuvieron la oportunidad de charlar un poco más, y cuando ya no había más nada que decir, cuando ya se encontraban en el umbral de la puerta, listos para despedirse, guardaron silencio por varios segundos. Era tarde, y lo único que rompía el silencio era un perro que ladraba en la lejanía. Entonces Arturo extendió la mano, y cuando Jonás tomo la suya, el primero decidió hacer el típico gesto para dar un abrazo entre hombres. “Gracias por ayudarme con la computadora”, le dijo al tiempo que le hacía sonar la espalda.
Para Jonás ese abrazo significo el comienzo de algo que apenas podía entender, pero que por ningún motivo podía dejar. Desde ese día no se separó de Arturo y no desperdiciaba la oportunidad de abrazarle por cualquier motivo. Su saludo matutino era un abrazo entre amigos, y cuando no se sentía tan expuesto o no estaba delante de tantas personas, siempre colocaba su brazo derecho sobre los hombros de Arturo. El día en que los abrazos dejaron de sonar, no le molesto en lo absoluto, y le pareció que el que cariño que transmitía a través de los mismos era mayor. Una noche se quedaron abrazados en el umbral de la puerta de la casa de Arturo por más de un minuto, y con dificultad se despidieron hasta el día siguiente.
Luego de ese último abrazo esa noche, Arturo sufría. Nunca había tenido una relación, donde el contacto más significativo fuese ese simple gesto “que se le da a cualquier persona”, pensaba para sí. A su vez recordó que a pesar de todas las relaciones que había tenido antes, nunca se sintió tan bien. A pesar de ello, sufría. No sabía a donde iba a parar aquello. Hasta donde podía ver, Jonás no tenía novia ya que pasaba casi todo el día con él, y básicamente lo único que no compartían era una cama. Se torturaba pensando que tal vez era un hombre confundido, que en algún momento le abandonaría avergonzado y sin dejar rastro, idea que le hacía llorar por las noches. Fue en ese momento cuando decidió tomar cartas en el asunto.
Al día siguiente en la noche, le abordo.
—Yo necesito que definamos que esta pasando entre nosotros —le dijo simplemente.
Jonás estaba consternado. Sabía que el momento en que Arturo le pediría algo más estaba cerca, ya que según había escuchado en los pasillos de la universidad, él ya había estado con otros hombres antes. Sentía miedo, no quería perderle, pero a su vez quería mantener las cosas como estaban.
—Somos amigos —respondió Jonás, tratando de fingir serenidad—, no sé a que te refieres con eso.
—Claro que lo sabes —le replicó Arturo, con ligera agresividad—, es tan sencillo como que tú y yo estamos enamorados. Punto.
Fue como si una bomba cayese entre ellos, detonara y no dejara a nadie con vida. Se quedaron sin habla por varios minutos viéndose fijamente. Arturo mantenía una mirada decisiva, como indicando que eso continuaba o terminaba ese mismo día y en ese lugar. Jonás estaba aterrado, ya que mucho antes él ya había tomado una decisión.
—No puedo negarlo —respondió Jonás—, sonará estúpido pero yo siento algo por ti desde la primera vez que te vi en ese pasillo de la universidad.
Entonces Arturo recordó la primera vez que se vieron. No fue en el grasiento cafetín de la universidad. Fue aquel día cuando pudo sentir como alguien le acosaba. Se sintió enternecido sólo con la idea de pensar que alguien se había enamorado de él nada más con verle una vez, y entonces comenzó a llorar en silencio.
—Es más —continuaba Jonás—, no me importa si piensas que soy cursi, pero creo que desde ese día te amé. 
—Es hermoso todo lo que me dices —le interrumpió Arturo.
—Déjame terminar —le insto Jonás—, a pesar de eso, esto es lo único que yo puedo ofrecerte. Una amistad. No quisiera que nos separáramos jamás, ya que difícilmente encontraré alguien que tenga todo lo que yo estoy buscando. Pero si quieres besos, caricias y algo más de lo que ya tenemos, estas en el lugar equivocado.
—¿Pero por qué? Por qué tienes miedo en llegar más allá conmigo, no entiendo —el llanto de Arturo se hacía más notorio.
—Yo soy evangélico.
Arturo sintió como si le arrancasen el estomago de una sola vez. El mundo le daba vueltas, y las lágrimas de dolor se convirtieron también en lágrimas de rabia.
—No veo que eso sea un impedimento —le replico Arturo, en tono suplicante.
—Para mí si lo es. Yo nací en el seno de una familia evangélica. Yo amo mucho a mi familia, y ellos jamás consentirían esto, va en contra de todo lo que ellos creen, y lo que yo mismo pienso. El amor entre personas del mismo sexo no existe para nosotros.
—Lo importante es que tú sabes que existe ¿Que importa lo que piensen los demás?
—Para mí sí importa. Jamás podré besarte ni complacerte en la forma que tú esperas sin pensar que estoy traicionando a mi familia, a mi Dios, y todo aquello que he creído durante toda mi vida. De manera que esto es lo único que tengo para darte a ti.
Arturo siguió sollozando pero al escuchar esas últimas palabras se detuvo. Se limpio el rostro con las manos, y miro nuevamente hacia el horizonte, como tratando de fantasear con algo, pero la imagen nunca llegó. Se acercó a Jonás y le dio un último abrazo, se volvió y cerró la puerta tras de sí. “Fuimos separados al nacer por nuestra religión, y ya no somos iguales, él es un cobarde”, pensó.
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El príncipe y su laberinto


Cuando desperté me encontraba en el centro de una estancia inconcebible llena de pasillos y recovecos que parecían no tener fin. Tenía frío y sentía mi cuerpo agarrotado. Lo último que podía recordar fue una noche en la que mi madre Pasifae le pidió a Dédalo que evitara que las “personas malas” acabaran con mi vida.
Y claro que todas las personas eran malas, todos me tenían envidia. Sentían celos de no ser iguales a mí; yo era el hijo de una diosa, y aunque nunca pude reconocer en mi madre algún rasgo mío, el amor que yo sentía por ella era igual o mayor al que ella profesaba por mi.

Cuando pude aclarar mis pensamientos, me di cuenta que estaba en un laberinto. Había puertas de diversos tamaños, y pasillos sin tornos que al parecer se perdían en un mar de oscura soledad e incertidumbre. Por lo que pude percibir, yo me encontraba en el centro del lugar. Decidí que lo más lógico era aventurarme a conocer mi prisión, y tratar de averiguar si había alguna forma de escapar. Caminé hacia la puerta más cercana a mí y la abrí. Vi una luz enceguecedora y de repente se extendía frente a mí una enorme pradera con flores silvestres, pasto e insectos revoloteando de un lado al otro. Desee que mi madre estuviese junto a mí para ver ese paisaje maravilloso y poder oler las flores juntos. Caminé un rato por la pradera, a pesar que a medida que avanzaba podía ver más flores, árboles e incluso el paisaje se hacía más hermoso, al volverme siempre veía la absurda puerta, como si estuviese pintada en medio de aquel lugar maravilloso. Aunque camine más de una hora, no me tomó más de unos minutos llegar nuevamente a la puerta. La abrí y me encontré de nuevo en el laberinto.
Decidí abrir la siguiente puerta. Se extendió por la estancia, una densa bruma que luego dibujo ante mí un paisaje árido y sin vida. Hacía la lejanía observé volcanes el plena erupción. La tierra del suelo era grisácea y llena de resequedad y cráteres. Olía a algo que parecía ser azufre. Deseé que mis enemigos estuviesen atrapados aquí y murieran de hambre y sed.

No podía recordar mucho de mi vida pasada, pero si algo tenía arraigado en mi corazón eran aquellos hombres malvados que desde siempre buscaron la manera de poner fin a mi vida. Me llamaban salvaje, fiera maldita, entre otras tantas cosas. Me tenían envidia, por que yo era el hijo de una diosa, y mi padre, pese a no llevar sangre noble, como una vez me confeso mi madre, era magnifico. “No podías pasar más de un minuto seguido sin mirarle”, me había dicho una vez mi madre. No tenía sentido que recorriese aquel lugar hostil por lo que regrese a la puerta, para volver al laberinto.

Cuando regresé, escuché pasos que se aproximaban. Venían de uno de los pasillos carentes de puertas. Podía sentir el olor de aquello que se acercaba. Por alguna razón recordé que no había comido nada durante todas esas horas que estuve recorriendo el laberinto. Escuché el tintineo de una espada rozando un escudo. Me preparé para la lucha, hasta que finalmente vi a mi contrincante. Se trababa de un hombre vestido con ropas sencillas, armado con un pobre escudo y una espada que me atrevería a afirmar tal vez carecía de filo. Reí para mis adentros, mientras mi hambre aumentaba cada vez más. De repente volví a ver esa bruma negra ¿Había dejado yo la puerta abierta?

Cuando desperté reposaban junto a mí algunas cosas de aquel hombrecillo. Su espada y su escudo. Supuse que había escapado al ver mi magnificencia, por lo que no le di importancia al asunto y decidí seguir recorriendo el laberinto cuanto antes.

Así pasaron muchos años. Las puertas parecían no tener fin, y a veces, resignado tal vez a mi confinamiento, pasaba mis días en aquella pradera, añorando a mi madre, o en la playa, viendo el mar azul y deseando todo eso que no podemos tener, aquello que esta más lejos de ese horizonte azul infinito. Algunas veces por curiosidad revisaba la puerta donde estaba aquel paisaje gris, nebuloso y triste, sólo para imaginarme a todos mis enemigos envidiosos muriendo de calor y hambre ahí, aunque al parecer una de las cualidades del laberinto era que uno nunca podía morir de inanición, por lo que te veías obligado a vagar por el mismo hasta el fin de tus días.

Pasados ya muchos años, percibí un olor diferente proveniente de unos de los pasillos. Ya nunca me preparaba para batallar, y tal vez había olvidado yo el fino arte del combate, ya que durante todo ese tiempo, esos hombres que al parecer venían en mi búsqueda huían despavoridos dejando siempre sus armas o incluso calzados. Sin embargo, la persona que se acercaba no despedía el mismo olor que los anteriores, por lo que aguarde ansioso. Finalmente se mostró. Era alto y de aspecto valeroso. Portaba una espada magnifica, como nunca había visto en todos estos años penosos, y un escudo tan hermoso y reluciente que parecía un espejo. El hombre se acercaba sigiloso, mientras lo hacía también la densa bruma, que por alguna razón siempre acompañaba a mis visitantes, y comenzaba a creer, era lo que me hacía perder el sentido. Al tiempo que esto transcurría algo llamo mi atención: El hombre llevaba atado a uno de sus muslos un carrete de hilo, de aspecto frágil y a la vez excepcional por lo brillante.

—Dime extraño ¿Por qué llevas un rollo de hilo atado a tu pierna? —le pregunté.

El hombre retrocedió un poco, y su vez la bruma parecía alejarse lentamente. Por la forma que me miraba, parecía sorprendido de que yo pudiese hablar.

—Es algo que me ha dado mi prometida, para evitar que me pierda cuando intente salir del laberinto.

—Si llegaste hasta aquí, y luego pretendes salir es por que has venido a algo ¡Dímelo! —le grité.
—He venido a acabar contigo. Me han dicho que sólo podré casarme con mi prometida con la condición de que acabe con tu vida y regrese con prueba de ello.

— ¿Y por que una criatura insulsa como tú sería obligada a matarme a mí, que soy un príncipe, hijo de la diosa Pasifae?

—El Rey tiene interés en matarte ya que tú has cometido muchos asesinatos, sin contar aquellos con los que has acabado durante tú estancia es esta prisión.

¿Qué yo había matado a alguien? La bruma parecía de nuevo envolver al hombre y acercarse hacia mí lentamente.

—Tu madre Pasifae me ha dicho antes de desaparecer que tú no eras consiente de todos tus actos. Que te alimentabas de carne humana debido a tú naturaleza, y que cuando estabas frente al olor de aquello que creías tu alimento, perdías toda habilidad de razonar y se revelaba en ti la naturaleza animal —después de decir aquello, el hombre levantó su escudo y lo colocó en ángulo directo hacia mí.

El reflejo me devolvió la imagen que recordaba de mí. Las mismas piernas musculosas, el torso bien formado, mis brazos poderosos, el pelaje de mi rostro estaba intacto a pesar de los años, y mis cuernos seguían tan filosos como la ultima vez que podía recordarlo.


—Yo no tengo ninguna naturaleza animal —le repliqué—, al contrario, son ustedes, los que no se parecen a mi, quienes son los verdaderos animales. Se matan entre ustedes mismos, montan guerras sin razón, son capaces de matar cuando les roban aquello que creen es suyo, como las mujeres, que en fondo nunca les han pertenecido.

—Tú eres un hombre con cabeza de toro, y salvo eso, tú naturaleza monstruosa es idéntica a la mía. Pierdes el sentido ante los hombres y los devoras a placer cuando tienes apetito, por lo que eres capaz de matar. Al igual que yo eres capaz de sentir amor, porque percibí tú estremecimiento cuando nombre a tu madre, Pasifae. En lo que a mi respecta, no eres mejor ni peor que cualquier hombre, sólo eres una versión más espeluznante de nosotros mismos.

Aquellas palabras me hirieron profundamente. Yo creía que mi aspecto me daba la condición de ser único, y me percibía superior a los demás, me creía diferente. Pero ahora este hombre con sus simples palabras me hizo entender que sólo era un monstruo que devoraba hombres, por lo que no era simplemente igual; era una aberración espeluznante que no merecía seguir viviendo. Entendí que por ello nunca me esforcé realmente en buscar la salida de ese laberinto y me consolaba en añorar aquello que amaba o alimentar el odio que sentía por mis enemigos. Secretamente anhelaba que alguien viniera y acabara con días penosos pero mi monstruosidad impedía aquello. Entonces contuve la respiración, me arrodille con la frente hacia el suelo, y le hice señas al hombre de que se acercase. Lo último que escuche fue el rechinar metálico de la espada.

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En días pasados, una de las asignaciones del taller que estoy realizando (les contare pronto), estaba referida a realizar una historia sobre algún personaje imaginario; esto con el fin de estimular nuestra imaginación y tratar de desarrollar la capacidad de “salirnos de lo cotidiano” a la hora de escribir. Luego de un sorteo, ya que el personaje es impuesto por el tutor, me salio el Minotauro. En mi confusión matutina, consistente en abordar autobús antes de las ocho de la mañana –y levantarme a una hora indecente para conseguirlo-, mas almuerzo apuradito en Chacaito y subir como 10 cuadras a pie hasta la casa de Arturo Uslar Pietri (donde se dicta el taller), yo juraba que el personaje en cuestión era el mismo Motaro que sale en Mortal Kombat 3. Pues no. Me di a la tarea de investigar un poco, y bueno la historia es tan conocida que es casi un cliché. Decidí que lo más conveniente para darle un poco de originalidad a la misma era desarrollar el momento de la interacción entre los personajes. Ya leyeron los resultados ;). COMENTEN!

El pro-LETRA-riaDO

No es fácil darse cuenta de lo que te gusta hacer, y decidir que llego la hora de cambiar de camino, cuando ya tienes 25 años, estudiaste otra profesión, de alguna manera odias la gente con la que trabajas y de paso te encuentras desorientado sobre como comenzar ese nuevo camino.

Cierto es, que desde siempre yo he escrito, pero si mi historia aún no te parece lo suficientemente repetida, te diré esto: Mis padres no me apoyaban. Aún hoy en día, cuando le asomo (mas por equivocación que otra cosa) a mi madre mis nuevas pretensiones, se le hace casi imposible disimular una sonrisa. Mi madre es hermosa y yo la adoro. Mi madre es abnegada y bondadosa. Pero si se habla de mí como un escritor, no puede evitar reírse. Ya he aprendido a vivir con ello. Mi padre merece un capitulo para él solo, mejor continuemos.

Yo supongo que todo se debe a un episodio que sucedió hace muchos años. Nunca fui de los niños que tuvo muchos juguetes, pero aún así, rara vez usaba los que poseía. En vez de eso, hacía muñecos y muñecas de papel, y me ahogaba en profusas fantasías que mezclaban los mas absurdos universos, tipo “Súper Mario conoce a los transformers”. Cuando la invención de esas historias llego a su limite, fue el momento en el que decidí que sería buena idea armarme un guión (naturalmente no pensaba yo usando esa terminología a los 8 años), pero sucedió algo extraño cuando estuve frente al papel. La historia que se escribió ahí no era sobre la princesa siendo rescatada por un transformers. No. era la historia de un muchacho miedoso, que le temía a muchos de sus compañeros de clases, y que entre otras cosas, no soportaba a su padrastro. Aún recuerdo el orgullo que sentía de aquel primer escrito (¡Que no daría yo por encontrar esa hoja, probablemente perdida entre tantas mudanzas!) y lo llevaba conmigo a todas partes, hasta que un día, accidentalmente lo deje abandonado en el vehiculo camino a la escuela.

Esa noche, cuando mi madre hubo llegado del trabajo me increpo con toda clase se preguntas. Naturalmente ahora se yo, que mi madre es y siempre ha sido dramática, y que yo, aunque no soy mentiroso, siento una especial afición por ocultar mis sentimientos. De manera que, luego de ser interrogado sobre si era molestado en la nueva escuela, sobre el hecho de que escribí ahí textualmente que “Nadie me quería” (Era yo una especie de origen de los EMOS en aquella época), llego la pregunta más difícil de todas, la cual no recuerdo exactamente pero iba mas o menos así: “¿Carlos te ha maltratado en algún momento?”. No podía saber yo en esa época, que decirle cosas feas a un niño era considerado también un maltrato en la mayoría de los países, y en mi confusión de estar pendiente de “comportarme como un hombrecito” (tema que será tratado más adelante) simplemente respondí que no. Mi madre me dijo que si alguna vez yo me sentía maltratado, debía decirlo, y que ella se lo había dicho a Carlos: “Ningún hombre esta por delante de mis hijos” (Eso si lo recuerdo, ya que me lo repitió muchas veces durante mi crecimiento).

Todo este episodio desencadeno dos conductas: La primera fue que mi madre no me quitaba el ojo de encima, y la segunda es que verdaderamente llegue a pensar yo, que escribir lo que uno piensa es malo.

Un incidente similar ocurrió cuando estaba yo en 8vo grado y mi mamá dio con un diario que tenía, donde afortunadamente no anotaba yo sobre los chicos que me gustaban de la escuela (ah, para los que no lo sepan, soy gay), sino que se trataba mas bien de un registro con pormenores de lo que pensaba de gente. De manera que todo esto me hizo olvidarme de escribir, perdí yo definitivamente el habito, y en compensación solo desarrolle la habilidad de fijarme en los mas insulsos detalles para no olvidar nada de lo que me interesaba recordar (“habilidad” que algún día explicare, pero quienes me conocen saben de que hablo), y poder, llegado el momento, usar toda esa experiencia no escrita en el camino.

Fue así como luego decidí vivir con mi padre, volver con mi madre, volver a vivir con mi padre y estudiar Contaduría Pública, cosa que me apasionaba en teoría pero que en realidad es un poco deprimente. Tuve dos grandes rompimientos, y bueno a los que le interesa mi vida personal pueden visitar mi otro blog.

Todo eso se ha acabado, por que lo he decidido yo. He pensado que la mejor forma de empezar mi camino, es simplemente tomando la decisión. No tengo amigos en los medios, buena estrella para relacionarme, ni siquiera tengo un conocimiento decente sobre periodismo, letras o afines. Pero si tengo el deseo de aprender, ganas de liberarme de mi otra profesión, que me aprisiona, no me deja ser feliz y no me deja desatar todo eso que llevo dentro (dramático, pero se trata de estar inspirado ¿No?).

Después de todo ese preámbulo que se salio de control, y término en algo teatral, como mi madre y mí primer escrito, les diré lo que encontraran aquí:

-Pequeñas historias de mi autoría que he escrito, perdido y vuelto a recuperar a lo largo de todos estos años. (Mi madre ya no me roba mis historias, pero las computadoras se dañan).

-Historias personales relacionadas a personas que he conocido y que me están ayudando a cumplir todo esto (espero algún día poder contar aquí como conocí al agente literario que me ayudará a publicar mi hipotética primera novela).

-Opiniones, anécdotas y lo que se me ocurra en el momento.

En la próxima les contare de un maravilloso taller de escritura que comencé hace algunas semanas.
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