Atrapado

Me pregunto seriamente si uno será capaz de darse cuenta cuando se esta volviendo loco.

Me lo pregunto porque actualmente estoy viviendo un episodio complicado del que, curiosamente, no puedo decir mucho, pero a la vez no se si no puedo decir mucho por las circunstancias que me rodean, o si es la paranoia que me agobia.

El otro día me preguntaron por qué la gente estaba loca. No supe que responderle. De repente comenzó a parecerme a mi que la gente estaba cuerda, y el único loco era yo.

En las mañanas me quejo de que tengo sueño pero en las noches no quiero dormir porque siento que no me rinde el tiempo.

En el día pierdo el tiempo en internet, pero luego digo que estoy muy ocupado y ya no se que hacer.

Pero en serio necesito tiempo, estoy aquí escribiendo esto mientras se descarga lo que necesito para terminar mi proyecto.

Dormí 20 minutos y luego volví a despertar. Siento que no tengo vida.

Tengo a mis amigos abandonados ¿O es al contrario?

Mejor me voy, muchas divagaciones para un solo día.
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Ejercicio de Dramaturgia: I

Luego de algunas clases, finalmente nos fue asignado preparar un escrito para el taller y luego (nervios), leerlo en clase. Habían algunos parámetros, y la idea fundamental era presentar a un personaje, un lugar y un conflicto interno o externo relacionado con él.

Hace dos sábados leí mi escrito, una locura escrita mano que yo mismo no entendí al leerla (hablo de entender literalmente, he llegado al punto que no entiendo mi propia letra a mano, el horror), y tuvo como principal corrección, que al ser de teatro, debe estar siempre escrita en presente. Una vez pasado los cambios, he aquí mi ejercicio (el cual voy a leer hoy nuevamente):

Jonás

Como siempre Jonás despertó justo cuando se encontraba frente a su computadora, en su oficina y no antes. A veces le costaba tener noción de cómo llegaba al trabajo. Especialmente hoy, apenas estuvo consciente de donde estaba, sintió que odiaba a todos los que trabajan con él y especialmente su oficina. Miro hacia su escritorio donde se veía una gran foto de su cumpleaños número 30 y pensó que ahora era más sabio, pero también muy viejo como para empezar de cero.

Su jornada empezó con lo usual: Primero llegó una pareja que intento convencerle con una billetera costosa de que les aprobara un crédito. El acepto la billetera, pero no estaba seguro si cumplían los requisitos para concederles el dinero. Después de la pareja llegó una mujer mayor que por enésima vez había bloqueado su tarjeta de débito. Sintió un poco de hastío, pero como era una transacción rápida pensó que no valía la pena; “es una tonta”, pensó. Finalmente casi a media mañana llego un viejito con un bastón; “obviamente fingiendo”, pensaba mientras lo veía con aprehensión; para hacer varias operaciones que le tomaron solo una hora, pero que a un cliente sin privilegios le hubiese tomado gran parte del día en el banco.

Cuando se fue el señor no entró más nadie. Jonás se volvió y vio el título universitario de especialista en finanzas, imaginó como las letras se movían y en vez de finanzas decían “Trabajo social”. Luego de eso, comenzó a soñar que estaba en una carpa, en una misión en África ayudando a los más desvalidos. Se sintió agotado de su trabajo en el banco, que según reflexiono en ese momento consistía en ayudar a gente que no merecía tal cosa. Como por arte de magia tomo una decisión, y se fue a la oficina de su jefe dispuesto a renunciar.

Recorrió el largo pasillo hasta la oficina de su encargado, imaginando las palabras exactas que le diría, y como después de recordarle hasta la mas mínima humillación a la que le había sometido (como servirle café a los señores mayores en la sala de espera), se iría y cerraría la puerta con gran elegancia. Al llegar a la oficina de su jefe, este lo saluda con la cordialidad de siempre, pero Jonás no sabe que decir. Comienza a pensar que tiene 30 años, y que a esa edad es difícil conseguir trabajo. Colige que no tiene bienes de los cuales pueda vivir sin trabajar. Solo saluda al jefe, gira sobre sus talones y regresa de nuevo a su oficina. “tal vez es mejor que inicie primero los estudios de trabajo social”, dice para sí en voz alta.

Esa día pide permiso, y se dirige a toda prisa a la universidad, dispuesto a inscribirse en la carrera que soñó. Era una larga cola para pedir los requisitos de ingreso, y luego de una hora cuando por fin está llegando, comienza a pensar en su madre. “Si comienzo a estudiar mi mama estaría sola hasta las 10 de la noche o incluso más. También estaría sola los fines de semana, cuando yo me dedicaría a hacer mis asignaciones de la universidad”. Decide salirse de la cola. Era un poco extraño que su mama, tan sólo 20 años mayor que él, dependiera tanto de él, pero era así, y no debía dejarla sola. Jonás se marcha a casa derrotado.

La concientización

Un fragmento de algo en lo que estoy trabajando, no esta pulido:

“El ambiente volvió a la normalidad. Jaime saco la mano de su pantalón y luego de eso, todo el calor que había en la habitación se disipo. Yo abrí la puerta, y me dirigí a la cocina a encontrarme con mi madre. Por supuesto que cuando regrese a la habitación él estaba como si nada. Estudiamos, conversamos lo de siempre, y como dos horas después de eso se marchó. Fue en ese momento cuando finalmente acepte que era homosexual, mientras veía una única lágrima recorrer mi rostro frente al espejo del cuarto. Sabía que nunca podría luchar contra eso, y que me esperaba un camino de sufrimiento”

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Barreras (explicación difusa y poco practica)

Escribo esto mientras suena la canción “You know me better” de Róisín Murphy. Que cliché. Una amiga diciéndole a su amigo que es hora de pasar a otra cosa, pero a la vez que extraordinario ¿Quién no ha vivido la típica historia de estar enamorado del “mejor amigo”? ¿Hasta cuando se repetirá lo mismo una y otra vez? ¿No es mejor tomar las riendas del asunto?

Pero no es de ese tema que quiero escribir esta vez, sino de otra cosa parecida. Es sobre las barreras tan grandes que a veces nosotros mismos nos colocamos. Buscamos un trabajo complicado sólo para tener que quejarnos con los amigos. Empezamos una relación con alguien que vive en la distancia, sólo para no tener que lidiar con lo que significa tener una pareja cerca, y por supuesto, quejarnos ¿Hasta cuando eso? ¿No podemos hacer como Róisin y tomas las riendas del asunto? Decirle a nuestro amigo “Mira tu y yo nos conocemos lo suficiente, no creo que la amistad tenga que dañarse, pero a partir de esta noche todo será diferente”. ¿Y si tenemos una relación a distancia ¿No es mejor decirle “Mira pana, o te mudas tu, o me mudo yo, o establecemos bien las reglas, pero esto no me lo calo mas”? Después de todo que es lo peor que puede pasar, te lo digo yo:

-Tu mejor amigo querrá seguir siendo tu amigo.

-Tu mejor amigo te dirá que es hora de no verse más (suena terrible, pero créeme cuando te digo que es más saludable que la opción anterior.

-Si renuncias de tu trabajo, a pesar de la situación del país probablemente conseguirás otro.

-Una relación a distancia no es mejor que estar viéndose con alguien todos los días. No te engañes.

No lo sé. No se trata de vivir la vida loca, es sencillamente hacer algo sano, actuar como adultos, y que importa si a uno lo señalan de intenso, de lanzado, de desesperado, de loco ¿No es de eso que se trata la vida pues? Si algo he aprendido como desde noviembre para acá, es que esas llaves que se pierden siempre, las encuentras cuando ya no quieres abrir la puerta.

Todas las barreras están en la mente.

P.S.: Este post confuso y algo inconexo es resultado de un cansancio, mas un desvelo, mas una mente dormida.

 

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