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2. Hola soy un niche sin raqueta y me gusta demasiado.


Yo soy una persona social. Cuando conozco a alguien procuro mantenerme en contacto todo lo posible, claro, cuando me cae bien o me gusta, pero ese no es el punto. El asunto es que habían pasado 4 días desde aquel repugnante café y aún no recibo señales de Nelson ¿Qué se cree el imbécil ese? ¿Acaso piensa que voy a estar pendiente del BlackBerry y de cada cosa que hace? ¿De escribirle y decirle “¡Que guapo sales ahí!”? ¡Pues no! La primera cosa que debes saber sobre mí Nelson, es que yo no le escribo a nadie, la gente me escribe a mi.

Estoy con Tomás en el Country Club. Vinimos a jugar tenis, pero después del primer intento nos sentamos en el bar a tomar cocteles. Si, entramos al bar con ropa de deporte, pero que importa, la mayoría de la gente pretenciosa en Valencia que seguro nos esta criticando en este momento no tiene en donde caerse muerta y probablemente vive más allá del Edificio del Carabobeño o por aquel lado bizarro donde se acaba la Avenida Bolívar y que mi papá siempre me prohibió visitar desde que me compró el primer carro (Un mercedes de esos pequeñitos que odiaba con todas mis fuerzas).

Después del segundo trago comienzo a hablar.

—Ayer conocí a alguien
—Pensé que ya todos los hombres elegibles se habían acabado en Valencia, a menos que estés saliendo con algún tipo que trabaja en Mc Donalds.
—No trabaja en Mc Donalds, pero de hecho si, es alguien que trabaja.
—¿Y tiene 30 y vive con su madre?
—No se que edad tiene y tampoco sé con quien vive.
—¿Y que tiene de especial entonces?
—Trabaja en Casablanca y me trajo un traje Cavalli que encargue hace semanas para la fiesta del sábado
—¿Cavalli? ¡Eug! Veo que ya tu gusto no es el mismo que antes.

Cuando ya llevamos 6 cocteles y creo que el mesonero del lugar nos robo nuestras raquetas, finalmente le digo:

—Me gusta demasiado.

Otro día y estoy de nuevo en el restaurante del Hesperia con Tomás

—Marico esto no puede pasarnos de nuevo. Mi papa estaba furioso, al parecer el chofer nos estuvo buscando una hora por todo el club.
—Relajate, tampoco es que va a echarte a la calle por eso ¿No?
—Pues no. Mira ¿Por qué no invitas a Nelson a la fiesta del sábado? Es decir estaba semi inconsciente y todo, pero estoy seguro que me dijiste que te gustaba demasiado.

Lo mire con cara de circunstancia.

—A veces me sorprendes —me comenta en un tono que quiere parecer sabio— pareces tan refinado, pero a veces dices cosas que me hacen pensar que eres igual al que le lleva los periódicos a mi papa en la mañana y le dice “¿Qué más mi don?” ¡Eug!

Es sábado. Nelson acepto ir conmigo a la fiesta, pero me dijo que su carro se le había dañado y no tenia tiempo de ir a un taller. Jamás he pisado un taller mecánico, pero supongo que se ha de necesitar mucha paciencia y tiempo para hablar con personas cuya mayor parte de la vida transcurre en la parte debajoq1 de un carro. Como sea, le digo que el chofer de mi papá ira a recogerlo a su casa y yo me iré en mi carro. “Okey, nos vemos allá”, me dice.

A la ocho de la noche es que llega el inútil del mandadero de mi papa con tres mil bolívares en efectivo que le mande a buscar en caso de emergencia. En estos días ya uno no se puede ni conseguir a alguien que pueda cobrarte un cheque.

—Podrías ir a un cajero automático —dice mi padre.
—Lo dices como que si tu fueses capaz de ir a uno —le respondo.

La fiesta, finalmente llegue a la fiesta.
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1. Detalles


Me despierto en la mañana pensando en el traje que tengo que recoger en un rato. Siempre me ha fastidiado un poco vivir en Valencia, pero mi papa tiene negocios importantes aquí así que… Bueno el es dueño de la mitad de los edificios de esta ciudad, así que quien soy yo para decirle que nos vayamos.

Lo molesto de vivir acá es como nunca se consiguen las cosas que uno necesita cuando se necesitan. El otro día fui a Casablanca, y como era de esperarse no tenían ningún traje que me quedara bien. Me mostraron un catalogo súper cutre y tuve que escoger un Roberto Cavalli (¡Si!) de allí, ya que era lo único que podían conseguirme considerando el tiempo que disponía. Supongo que algún día debo aprender y dejar de posponer las cosas que tengo que hacer hasta el último minuto.

Le digo al chofer que de vueltas en el centro comercial mientras entro rápido a recoger el traje. Odio el Sambil y aún mas los sábados. No puedo creer como la gente viene de hecho a perder su tiempo libre aquí. Es asqueroso, en fin.

Cuando estaba a punto de entrar en la tienda veo a alguien muy guapo en la vitrina. Antes de entrar no puedo evitar mirarlo, y antes de darme cuenta el esta haciendo lo mismo. Cuando salgo con mi traje en la mano, el sigue ahí:

—Disculpa ¿Nos conocemos de algún lado? —Se atreve a preguntarme.
—No lo creo —le respondo, aunque en el fondo espero que si. Realmente es muy atractivo.
—Mi nombre es Nelson.
—Armando.
—Lo sé.

Por un segundo pensé que iba a ser secuestrado, pero enseguida me explico que de el trabajaba en Casablanca y fue el responsable de traer mi traje desde Caracas.

—Gracias. Hubiese preferido algo de otro diseñador, pero esto es lo más parecido a lo que estaba buscando.
—Y supongo que no tenias tiempo de ir a Europa y volver.

Yo debí darme la vuelta apenas escuche ese comentario, obviamente había algo de resentimiento ahí, pero no lo hice, en vez de eso sonreí y me pregunte si esa era la actitud adecuada en ese caso, en fin.

—¿Podemos tomarnos un café? —me pregunta.

La idea de sentarme en algún repugnante lugar de ese centro comercial me aterraba un poco, de hecho en alguna oportunidad llegue a escuchar que alguien había sido asesinado en algún sitio de aquí, pero ¿Cómo podría resistirme a este hombre? Es demasiado guapo.

—De acuerdo.

Así que ahora estamos en Havanna, pero diferente, este no tiene nada que ver con el singular lugar         que una vez visité en Bogotá. No señor, aquí estamos esperando por nuestra bebidas en el medio del pasillo del centro comercial, con gente caminando alrededor de nosotros. Terrible.

—Tal vez hubiese sido mejor ir a otro lugar — le comento.
—¿Por qué? —me pregunta, como que si yo estuviera loco—, tenemos suerte de haber conseguido mesa tan rápido.

Le veo fijamente a la cara, esperando que mi mirada le transmita que no tenemos suerte de estar sentados es esa silla mugrienta de ninguna forma y que podríamos estar en un lugar donde al menos el mesonero tuviese la más mínima idea de quien soy yo, pero me contengo y después de verlo fijamente por cinco segundos, le sonrío.

—Me imagino.

Pero después de una hora, dos cafés, varios dulces y la cuenta (que tuve que pagar yo pues el había dejado su cartera en la tienda) me di cuenta que estaba completamente enamorado de este hombre. Así que fui directo al grano.

—¿Eres gay?
—Creí que había sido bastante obvio cuando te invite a tomar un café —y se rió a carcajadas— ¿De verdad piensas que un hombre heterosexual invitaría a otro a tomar café? Eres un poco inocente después de todo —y volvió a reír a carcajadas.

Me humillo con facilidad, pero aún así me gusta.

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Un personaje singular.

Prologo

Me encuentro solo en Citrus bebiendo un Martini y esperando por él. De nuevo. Me dijo “Nos vemos a las ocho, reserve una mesa para los dos”. Sólo la forma en que lo dijo debió a hacerme pensar que no todo iba bien, pero bueno. Me la creí esta vez. Afortunadamente no me puse el traje de Zegna que compre la semana pasada, habría sido un desperdicio. El mesonero se acerca nuevamente a preguntarme si ya estoy listo para ordenar.

—Tráigame otro Martini y la cuenta por favor.

Reviso el Blackberry y nada, ni un cambio de estatus. Me recuerdo a mi mismo que debo cambiar ese aparato por un iPhone, nunca lo soporte del todo y estar pendiente de ese “estatus” me esta volviendo loco.

¿Por qué no hay Vallet Parking en este centro comercial? Valencia es tan nula a veces.

Ahora voy en mi Captiva a toda velocidad y me pase la entrada hacia mi casa, no se que estoy haciendo. Decido llamar a mi amigo Tomás.

—Marico voy saliendo para la playa, mi papa me presto el Yate y vamos con unos amigos ¿Quieres venir?
—No sé.
—¿Qué te paso?
—Nada, solo que el estúpido de Nelson me dejo plantado de nuevo anoche.
—Lo discutimos en el Yate, vente.

Yo no debería estar festejando nada en este momento, en serio. Pero me encuentro aquí, vestido de Lacoste y tomándome un Bellini. De todas las personas estiradas que conozco, sólo Tomás es capaz de hacer una fiesta en un Yate y que la única bebida sean Bellinis servidos por sendos mesoneros en tangas. Hay que darle algo de crédito por eso.

Paso un rato y ahora estoy hablando con un tipo 5 años mayor que yo. Pasan 2 horas más y ya tengo un nuevo hombre en mi vida, pero no dejo de chequear mi Blackberry a ver si el imbécil de Nelson actualiza su estatus, pero nada ¿Estara bien?

—Okey, tienes que decirme que esta pasando —me dice Tomás—, mi amigo me acaba de decir que es casi imposible hablar contigo, que chequeas el teléfono cada cinco minutos.
—Es Nelson.
—Aún no entiendo nada ¿Qué importa si el estúpido ese te planto ayer? Tu sabias en lo que te estabas metiendo cuando te enredaste con el. Superalo.
—Tu no tienes ni idea.

Claro que Tomás no tiene ni idea. Su vida solo consiste en gastar el dinero de su papá y tener un novio que le dure lo suficiente para sentir que tiene una vida. Nunca ha llegado a más de tres meses, debo decir.

Vuelvo a revisar el teléfono. Nada. Me pregunto a que hora nos bajaremos de este maldito yate. No he ido a mi casa en 3 días y creo que no tengo más ropa limpia.

—En realidad no vamos a regresar a Valencia, vamos a una pequeña isla donde uno de mis amigos tiene una casa.
—Debiste decirme antes, no tengo más ropa.
—Que importa, usa algo mío.

Ahora estoy en una casa que no conozco, me he bebido mas de seis tragos, creo que estoy ebrio, y estoy en una fiesta improvisada con un traje que no me queda bien. Me quiero morir. Nelson sigue sin aparecer.

Comienzo a recordar como nos conocimos. Estaba yo sentado en… Bueno es una historia muy larga, tal vez si repaso todos los detalles pueda entender como fue que llegamos a este punto…
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