Valencia, contrario a lo que creía, no es
una ciudad alegre, ni segura, ni ordenada. Debido a lo rápido que tuve que
salir del pueblo solo conseguí apartamento en unos edificios viejísimos que
quedan por el distribuidor de Las Chimeneas. El lugar es un desastre, afuera
huele a basura, y por las tardes cuando llegas en horas pico hay que hacer cola
para entrar en el ascensor. Fuck my life.
Al principio no sé muy que hacer con mi
vida. Me la paso solo deambulando por todos lados, nadie me para, soy como un
cero a la izquierda, nadie me conoce. Comienzo a sentirme triste y mis amigos
no ayudan demasiado, incluso Rafael se mostro poco convencido:
—¿Tu sólo por ahí? Mi vida pero si tu
eres bello, bello, estoy seguro que todas esas divas Valencianas se mueren por
hablar contigo.
Pero no era así. Al rato de conversar con
Rafael fui a VIP, un supuesto lugar in,
donde se reúnen los maricos, y nadie salvo unos señores gordos me hablaron en
toda la noche. Yo era popular, muy popular entre todos los hombres de
Tinaquillo, pero aquí cualquier marico random
te usa franelas de algodón licra cuello en V y gorras Bass Pro. Todos te miran
con petulancia y fingen que no eres importante si no encajas en cierto perfil
—uno más musculoso tal vez—, así que las cosas fueron ligeramente diferentes.
Llegue a casa y me sentía como un idiota. Fuck.
Pasaron las semanas y para el tiempo en
el que se suponía yo tenia que estar viviendo una vida fabulosa, me encontraba
con problemas de dinero y buscando trabajo en el gimnasio Struktura. El dueño me rechazó porque yo no estaba lo suficientemente
definido, y se suponía que esa no era la imagen que quería mostrar. Pajuo.
No podía pagar un gimnasio por mi cuenta.
Pensé que si al menos trabajaba en uno podría usar los servicios con libertad.
Después equis, fui al de las cuatro
avenidas, tuve que ponerme “especial” con el dueño del gimnasio, no paso gran
cosa (me dio un poquito de asco, eso si), y al final obtuve el empleo.
El trabajo es aburrido, siempre hay chamas
que intentan coquetear conmigo —si, chamas—, y el tiempo se me pasa entre
indicarle lo que tienen que hacer señoras flojas que sólo vienen a tomar té en
el gimnasio y hablar de dietas o entre escuchar las conversaciones de los
demás. Fuck. Ahora me convertí en una
especie de cachifa. Me siento súper desilusionado conmigo mismo ¿Por qué hay
gente que nace para tenerlo todo mientras yo tengo que estar aquí en este lugar
ayudando a la gente? ¿Cuando sería yo uno de ellos?
Un día cualquiera estoy yo pensando en
nada y de repente veo a alguien extraordinariamente guapo. Me acerco
disimuladamente, y le veo bien. No es tan guapo, pero hay algo en la ropa que
carga y en su actitud que lo hace destacarse. Sin darme cuenta pasan varios
días y cada vez que este sujeto viene al gimnasio lo asecho, sin tener muy
claro la razón. Fuck. Odio cuando no
entiendo mis impulsos. Total que en una oportunidad en la que no me encontraba
pensando en el guapo, este se me acerca.
—¿Qué rutina me recomiendas seguir para
los brazos? Los míos no quieren crecer por nada y veo que estás como un camión.
De esa simple manera supe que no era
heterosexual, y me dedique a observarle bien. Era atractivo, algo en él llamaba
la atención siempre. Tenía la piel bronceada sin llegar a ser anaranjado, los
ojos café muy brillantes y profundos. Sin embargo si lo observabas bien era un
carajo cualquiera y ya.
Pero desde ese momento fuimos
inseparables. Siempre se entrenaba con mis instrucciones, hasta que un día,
mientras nos tomábamos una merengada de proteínas en el gym comenzó de decirme muchas cosas.
—Tu podrías tener mucho más de lo que
tienes ahorita.
—¿Cómo es eso?
—Marico tu eres muy guapo para andar
saliendo con ese chamo absurdo que me contaste… ¿Qué es lo que hace?
—Es profesor —respondí—, da clases en un
colegio privado que queda por aquí mismo.
—Eso ¿Por qué no salir con alguien que,
por ejemplo, te de el deposito para vivir en un apartamento en una mejor zona?
Ese edificio donde vives es espantoso —recalcó. Se llamaba Gerardo.
—Ni me digas nada marico —solté—, si lo
sé yo que vivo en esa shit.
—¿Entonces? —me miro con picardía— No hay
que pensarlo mucho y es más fácil de lo crees. En un dos por tres le dices
adiós a los problemas.
—No sé, no sé —dije. No quería pensar en
ese asunto.
No hablamos mas del tema, pero comencé a
preguntarme a que se refería Gerardo. Las palabras puedes conseguir lo que quieras se repetían en mi cabeza una y otra
vez. Fuck. Odio cuando la gente me
dice estupideces que me dejan pensando.
¿Qué se suponía que debía hacer? Recordé
las palabras de mi madre. Ella siempre usaba un refrán que decía “Como vaya viniendo vamos viendo”. Tal
vez Gerardo era la llave que yo necesitaba para salir de abajo. Había comenzado
a estudiar derecho en la UC, pero a medida que avanzaba en la carrera me
desilusionaba más y más ¿Cuántos abogados pendejos no había por ahí, pasando
trabajo en firmas y siendo explotados? ¿Cómo uno siendo parte de toda esa
escoria logra salir adelante? Me sentía deprimido, y esa semana en el gimnasio,
casi no di instrucciones, ni hice ejercicio tampoco. Lo único que tenia en
mente era la estúpida camioneta abarrotada de gente que tenia que agarrar para
ir a mi casa. Luego debía bajarme en la Avenida Bolívar y caminar casi 5
cuadras para llegar a mi asqueroso apartamento a comer pan con atún porque sólo
podía hacer un mercado bien los últimos de mes, cuando mi papá me depositaba.
Vi la parte de sociales del periódico y
Gerardo estaba ahí. Trabajaba en una revista que se llamaba “Constelación
Viñedo” y fue fotografiado en una fiesta que dio la revista para homenajear al
presidente de la casa de la cultura ¿Me pregunte por qué había confiando en mi?
Seguro que pocas personas sabían como se ganaba la vida, pero el decidió
confiar en mi. Fuck, mejor ni pensar
en eso, que fastidio.
Pensando así fue que hice la llamada que
cambió mi vida:
—Vamos a darle —le dije a Gerardo.
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