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2. Algo de hostilidad, pero te solucionan



Valencia, contrario a lo que creía, no es una ciudad alegre, ni segura, ni ordenada. Debido a lo rápido que tuve que salir del pueblo solo conseguí apartamento en unos edificios viejísimos que quedan por el distribuidor de Las Chimeneas. El lugar es un desastre, afuera huele a basura, y por las tardes cuando llegas en horas pico hay que hacer cola para entrar en el ascensor. Fuck my life.

Al principio no sé muy que hacer con mi vida. Me la paso solo deambulando por todos lados, nadie me para, soy como un cero a la izquierda, nadie me conoce. Comienzo a sentirme triste y mis amigos no ayudan demasiado, incluso Rafael se mostro poco convencido:

—¿Tu sólo por ahí? Mi vida pero si tu eres bello, bello, estoy seguro que todas esas divas Valencianas se mueren por hablar contigo.

Pero no era así. Al rato de conversar con Rafael fui a VIP, un supuesto lugar in, donde se reúnen los maricos, y nadie salvo unos señores gordos me hablaron en toda la noche. Yo era popular, muy popular entre todos los hombres de Tinaquillo, pero aquí cualquier marico random te usa franelas de algodón licra cuello en V y gorras Bass Pro. Todos te miran con petulancia y fingen que no eres importante si no encajas en cierto perfil —uno más musculoso tal vez—, así que las cosas fueron ligeramente diferentes. Llegue a casa y me sentía como un idiota. Fuck.

Pasaron las semanas y para el tiempo en el que se suponía yo tenia que estar viviendo una vida fabulosa, me encontraba con problemas de dinero y buscando trabajo en el gimnasio Struktura. El dueño me rechazó porque yo no estaba lo suficientemente definido, y se suponía que esa no era la imagen que quería mostrar. Pajuo.

No podía pagar un gimnasio por mi cuenta. Pensé que si al menos trabajaba en uno podría usar los servicios con libertad. Después equis, fui al de las cuatro avenidas, tuve que ponerme “especial” con el dueño del gimnasio, no paso gran cosa (me dio un poquito de asco, eso si), y al final obtuve el empleo.

El trabajo es aburrido, siempre hay chamas que intentan coquetear conmigo —si, chamas—, y el tiempo se me pasa entre indicarle lo que tienen que hacer señoras flojas que sólo vienen a tomar té en el gimnasio y hablar de dietas o entre escuchar las conversaciones de los demás. Fuck. Ahora me convertí en una especie de cachifa. Me siento súper desilusionado conmigo mismo ¿Por qué hay gente que nace para tenerlo todo mientras yo tengo que estar aquí en este lugar ayudando a la gente? ¿Cuando sería yo uno de ellos?

Un día cualquiera estoy yo pensando en nada y de repente veo a alguien extraordinariamente guapo. Me acerco disimuladamente, y le veo bien. No es tan guapo, pero hay algo en la ropa que carga y en su actitud que lo hace destacarse. Sin darme cuenta pasan varios días y cada vez que este sujeto viene al gimnasio lo asecho, sin tener muy claro la razón. Fuck. Odio cuando no entiendo mis impulsos. Total que en una oportunidad en la que no me encontraba pensando en el guapo, este se me acerca.

—¿Qué rutina me recomiendas seguir para los brazos? Los míos no quieren crecer por nada y veo que estás como un camión.

De esa simple manera supe que no era heterosexual, y me dedique a observarle bien. Era atractivo, algo en él llamaba la atención siempre. Tenía la piel bronceada sin llegar a ser anaranjado, los ojos café muy brillantes y profundos. Sin embargo si lo observabas bien era un carajo cualquiera y ya.

Pero desde ese momento fuimos inseparables. Siempre se entrenaba con mis instrucciones, hasta que un día, mientras nos tomábamos una merengada de proteínas en el gym comenzó de decirme muchas cosas.

—Tu podrías tener mucho más de lo que tienes ahorita.
—¿Cómo es eso?
—Marico tu eres muy guapo para andar saliendo con ese chamo absurdo que me contaste… ¿Qué es lo que hace?
—Es profesor —respondí—, da clases en un colegio privado que queda por aquí mismo.
—Eso ¿Por qué no salir con alguien que, por ejemplo, te de el deposito para vivir en un apartamento en una mejor zona? Ese edificio donde vives es espantoso —recalcó. Se llamaba Gerardo.

—Ni me digas nada marico —solté—, si lo sé yo que vivo en esa shit.
—¿Entonces? —me miro con picardía— No hay que pensarlo mucho y es más fácil de lo crees. En un dos por tres le dices adiós a los problemas.
—No sé, no sé —dije. No quería pensar en ese asunto.

No hablamos mas del tema, pero comencé a preguntarme a que se refería Gerardo. Las palabras puedes conseguir lo que quieras se repetían en mi cabeza una y otra vez. Fuck. Odio cuando la gente me dice estupideces que me dejan pensando.

¿Qué se suponía que debía hacer? Recordé las palabras de mi madre. Ella siempre usaba un refrán que decía “Como vaya viniendo vamos viendo”. Tal vez Gerardo era la llave que yo necesitaba para salir de abajo. Había comenzado a estudiar derecho en la UC, pero a medida que avanzaba en la carrera me desilusionaba más y más ¿Cuántos abogados pendejos no había por ahí, pasando trabajo en firmas y siendo explotados? ¿Cómo uno siendo parte de toda esa escoria logra salir adelante? Me sentía deprimido, y esa semana en el gimnasio, casi no di instrucciones, ni hice ejercicio tampoco. Lo único que tenia en mente era la estúpida camioneta abarrotada de gente que tenia que agarrar para ir a mi casa. Luego debía bajarme en la Avenida Bolívar y caminar casi 5 cuadras para llegar a mi asqueroso apartamento a comer pan con atún porque sólo podía hacer un mercado bien los últimos de mes, cuando mi papá me depositaba.

Vi la parte de sociales del periódico y Gerardo estaba ahí. Trabajaba en una revista que se llamaba “Constelación Viñedo” y fue fotografiado en una fiesta que dio la revista para homenajear al presidente de la casa de la cultura ¿Me pregunte por qué había confiando en mi? Seguro que pocas personas sabían como se ganaba la vida, pero el decidió confiar en mi. Fuck, mejor ni pensar en eso, que fastidio.

Pensando así fue que hice la llamada que cambió mi vida:

—Vamos a darle —le dije a Gerardo.

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