Yo llegue a Valencia por muchas cosas que
pasaron al mismo tiempo. Una de ellas es que no soportaba mi vida en
Tinaquillo. Marico esa gente del pueblo no pensaba en otra cosa que casarse o
que se yo, y ni hablemos de las loquitas; siempre terminaban en una peluquería
o algo peor. No quería nada de eso para mí. Mi mama una vez había sugerido que
me pusiera a estudiar no se que cosa en el INCES. Ugh.
Pasaba los días tristes en el pueblo
pensando que sería de mí. Divagaba entre la casa de amigos (amigos que
eventualmente se convertirían en eso que más temía) y fiestas en las que
descubrí muchas cosas.
De repente tenía demasiados problemas en
la casa. Mi papá (que era el abogado más exitoso del pueblo) ya no me
soportaba, decía que arruinaba su reputación y que espantaba a sus clientes. No
recuerdo ya cuantas veces me botó de la casa, pero mi mamá siempre me abría la
puerta.
—Tienes que dejar esa vida hijo —me dijo
una mañana en que la resaca que tenia era tan… Ni siquiera podía escuchar su
voz bien.
—Tu no entiendes mami.
En teoría mis papás no sabían que era
gay, por lo que eso también me preocupaba ¿Qué pasaría cuando se enteraran? Me
preocupaba mucho el dinero ¿Qué sería de mi si de verdad mi papa cumplía su
palabra y me echaba para siempre de su casa? ¿Qué pasaría conmigo? ¿Sería uno
de esos maricos que abren una tienda y pasan todo el día en el centro comercial
del pueblo? Esa preocupación no me dejaba vivir.
—Ay marico tu lo que tienes que hacer es
algo bien dramático y bien arrecho para que tus papás despierten y te den el
dinero para que te vayas de esta mierda.
—No te entiendo.
—Tu siempre tan bonito y tan brutico —me
dijo. Era Rafael uno de los maricos mas recorridos de Tinaquillo. De él se
decían muchas cosas, pero yo lo veía como un muñeco Barbie que al llegar a su casa estaba completamente solo, rodeado
de muebles plásticos.
—¿Cómo un chantaje? —le pregunté.
—Eso mismo. Haz una vaina horrible, no sé,
como una gran fiesta de locas y metete ahí, amenaza con destruir a tu padre, y
luego dile que te de dinero para irte de Tinaquillo.
Reí mucho, creo que Rafael había visto
demasiadas novelas. Pero luego vi el maquillaje corriéndose por su cara con una
expresión seria, sentí el calor que hacía en esa casa, y note como el hielo se
derretía rápidamente en los vasos Selva donde tomábamos ron ¿Se podía mentir en
un ambiente así?
—¿Lo dices en serio? ¿Quieres que me
largue del pueblo?
—No es lo que yo quiera mi vida. Es lo
que tu quieres.
Estábamos como sentimentales ¿O era el
ron?
—Si me voy no nos veríamos más —me di cuenta
que le tenía mucho cariño, después de todo era como la hermana que nunca tuve.
—A mi me dolerá mucho más que a ti —me
dijo, pero no entendí bien a que se refería.
Fue así como llego el día de la gran
fiesta “El miss Tinaquillo internacional”. Un certamen balurdísimo al que todo
el pueblo asistió y en donde Rafael y yo dimos las palabras de bienvenida ante
un público que nos miraba atónitos. No todo el pueblo sabía que ambos éramos
amigos.
De manera que cuando llegue a la casa y
mi papa casi me mata lanzándome la taza de té que le acaba de dar mi madre,
sabía que todo había llegado a su fin y que no había marcha atrás.
—Si soy gay. Y si, me puedo ir de la
casa, pero me tienes que dar dinero. Si no me das suficiente dinero para irme y
vivir en otro lugar volveré y con el dinero que gané con la fiesta montaré una
peluquería en el centro.
Y nada, así fue como llegue acá.