Yo siempre pensé que determinadas cosas
sucedían sólo en las novelas, pero lamentablemente estaba equivocado.
Esta noche tenemos una gala. Será la
primera vez que Nelson y yo asistiremos a un evento público estando de acuerdo
en que tenemos una relación. Es un desfile/coctel/fiesta en el Hesperia del
CLF, siglas del “Colectivo Local Fashion”. Se trata de un grupo de desadaptados
que intentan hacer algo de moda en Valencia, pero sus prendas, como todo lo
nacional, siempre tienen algún problema en la ejecución. Tomás suele referirse
secretamente a ellos como “Colectivo Low Fashion”. Muy divertido. No obstante
los diseñadores que integran ese colectivo son amigos de nosotros, pero ahora
“trabajan” porque sus papás están venidos a menos. Tomás y yo decidimos
seguirlos tratando (pesé que a mi papá me dijo que mezclarse con gente así
atrae una atención innecesaria y mala suerte), pues se supone que para eso son
los amigos ¿No? En fin.
Nelson está muy complaciente. Acepto que
le enviara a su casa un traje, que dije que había usado hace como 5 años. No
debí mentirle (lo cierto que mi ama de llaves se deshace de la ropa que ya use
si ya tiene más de seis meses en mi closet), pero no pude aguantar la tentación
de encargarle un traje nuevo. Sabía que siendo el vendedor de ropa en algún
momento lo notaría, pero también sabía que no me diría nada.
Mientras vamos en el carro de mi papá con
su chofer la cosa se torna intensa.
—¿Hacia dónde va esto?
—La fiesta es en el Hesperia, creo que
habrá también un desfile. Estamos en primera fila.
Yo sabía perfectamente de que estaba hablando
Nelson. Teníamos pocas semanas juntos, pero su intensidad siempre se
manifestaba en los momentos más inoportunos.
—No hablo de eso, me refiero hacia dónde
vamos nosotros.
—¿Somos novios no? Y yo te quiero.
Dije eso para evitar cualquier drama. Si
algo me habían enseñado las series de TV americanas, es que es mejor decir
cuanto antes te amo/ te quiero aunque sea mentira. Te ahorras mucho tiempo.
—Necesito saber si vamos a un lugar, si
lo nuestro es algo serio.
—Desde luego que es algo serio —replique
contrariado—, yo no estoy viendo a nadie más ¿Tu si?
—No
—¿Y entonces?
—Nada.
Entonces todo se echa a perder, y sé que
durante la fiesta no se arreglara. Cuando nos bajamos del carro hay mucha
gente, están tomando la reglamentaria foto en la puerta. Un reportero gráfico
absurdo tiene la descortesía de pedirle a Nelson que se aleje de mí para
retratarme solo en una foto.
—Hoy no José —le digo. Desde luego ese no
es su nombre, pero yo llamo a todo el mundo José cuando no es importante.
Seguimos avanzando y luego un reportero
de Sun Channel me llama para entrevistarme. Seguro apareceré en ese absurdo
programa que ven las cachifas de la casa, pero sonrío y me acerco.
—Armando Cappa. Mucho se habló sobre si
te presentarías aquí esta noche.
Siento que sabe algo que yo no. Miro a
Nelson y esta absorto, está mirando hacia el frente, pero su mente está en otro
lado.
—¿Por qué no habría de hacerlo?
—Repliqué— Aquí están algunos de mis mejores amigos de toda la vida.
De repente volteo hacia al frente y esta
Tomás enloquecido haciéndome señas, no entiendo que está pasando.
—¿Qué tiene que comentar respecto al
escándalo?
Súbitamente siento que se me mueve el
piso, veo a Nelson que parece como de piedra, como un maniquí hermoso que no
tiene una expresión de verdad. Veo todo borroso, y cuando siento que voy a
desmayarme, las señas enloquecidas de Tomás me sacan de mi ensoñación.
—Disculpa —le digo al reportero con
arrogancia—. No tengo nada que comentar al respecto.
Corro al encuentro con Tomás y mientras
paso por la alfombra del salón otros reporteros me llaman pero me limito a
saludarlos con la mano.
—Tengo toda la tarde llamándote para
decirte que no vinieras para acá ¿Dónde coño esta tu teléfono?
Me reviso los bolsillos y no tengo nada.
Miro a mí alrededor, y no veo a Nelson por ninguna parte. Veo que unos
reporteros están finalizando su trabajo en la alfombra y se aproximan hacia a
mí.
—Vayamos al bar —sugiere Tomás—, allá no
pueden entrar filmando con esas cámaras asquerosas.
Entonces en el bar se me va la vida.
Tomás me muestra un video de un programita absurdo que se llama “Sin censura”
en un canal aún mas asqueroso donde sale un narrador hablando:
—“En minutos les mostraremos imágenes
exclusivas del chico de la high Armando Cappa, hijo del empresario Arnoldo
Cappa completamente derrapado en Amsterdan”.
Chico de la high. ¿Por qué carajos hablan así?
—“Es escandoloso” —dice otro en el video—
“Sobre todo viniendo de aquel que una vez se pronunció en contra de su otrora
mejor amigo Javier Veracasa, por tener fotos saliendo de aquel antro en la
Avenida Bolívar de Valencia”.
Con qué eso era. Una venganza. Era el
estúpido de Javier vengándose por lo que dije de él hace algunos meses, pero
¿Qué se supone que debía hacer? Estaba en una absurda entrevista en E! sobre
los “it.boys”, termino que detesto, y no me pude escapar pues era un coctel
benéfico organizado por Maite. Una cosa publicitaria espantosa a la que tuve
que asistir porque mi papá me obligo. En ese ínterin, la gente de este programa
aprovechando mi presencia, comienzan a preguntarme un montón de cosas (ya que
según los productores yo soy un “it.boy”) y me muestran una foto de alguien que
casi no reconocí, saliendo de un local espantoso en la Avenida Bolívar que
todos (me refiero a los de mi esfera) conocemos, pero que ninguno ha ido (o al
menos no serían capaces de admitirlo) ¿Qué debía decir? “Definitivamente un it.boy no saldría de ese lugar de esa forma”.
Solo después de haber comentado eso, el narrador me explico que se trataba de
Javier. No perdí la compostura, pero sabía que eso tendría consecuencias.
—Dime que no vamos a volver a los días de
la guerra —imploró Tomás.
“La guerra” como se conocía en nuestra
esfera, fue un periodo de tiempo en el que Javier y yo intentamos demostrar
quién tenía más poder. Fue un tiempo de saboteos, fiestas, planes macabros y
tramoyas, en que naturalmente yo salí ganando. Nadie quiere estar mal conmigo
en esta cochina ciudad.
—No vamos a volver a los días de nada,
pero me preocupa mi papá.
—¿Crees que te corte el dinero?
—Por favor, no. Pero creo que se
molestara mucho ¿Crees que debería irme?
—Ya no importa, ya estamos aquí ¿Qué
harás con Nelson?
Nelson, Nelson, Nelson. No quería pensar
en él. Obviamente él había sido el artífice del plan de Javier. Debí cortar
toda relación con él en cuanto me entere de su pasado con Javier, pero decidí
confiar.
—Ya me encargaré de él —dije, y Tomás se
quedo mirándome fijamente.
Entonces salí de bar con dos Cosmopolitan
en mi organismo, y un poco envalentonado. Se me acerco de nuevo el reportero de
E! y le dije que mi único comentario, era que esas fotos eran absurdas, falsas,
y que a él lo habían engañado haciéndole creer que tenía un exclusiva.
—Se rumorea que las fotos fueron
extraídas de su casa por su actual novio —comentó con malicia.
—¿Se rumorea o específicamente su fuente
le indicó que me preguntara eso? Tenga algo de decencia y dedíquese a hacer una
labor periodística que valga la pena en vez de estar preguntando cosas que,
escúcheme bien, nunca pasaron, y de ser ciertas, no son problema de nadie.
Disculpe.
Capturo al mesonero del Cosmopolitan y
luego de tomar un trago le digo:
—Sígueme trayendo de esto donde quiera
que este. Te daré 500 bolívares cuando vengas con el próximo.
Comencé a mirar a mí alrededor buscando a
Nelson. Lo encontré hablando con Javier, y me acerco.
—Buenas noches —saludo— ¿Dónde estabas mi
vida? —pregunto de forma vulgar y beso a Nelson, quien me ve de hito en hito.
El mesonero se acerca, termino de beber
el coctel, y le meto la mano en el bolsillo para dejarle el dinero, y tomo otra
copa.
—Veo que te estás preparando para otro
show —comenta Javier con sarcasmo—¡Bravo!
—Por más que quiera nunca te superare, y
ahora si me disculpas, tengo que hablar con mi novio.
Al terminar la frase, algo en mi dice que
Javier aún siente algo por Nelson, y de eso se trata todo esto. Entonces le
beso nuevamente y me lo llevo hacia el bar.
—Para empezar por favor devuélveme mi
teléfono —le digo, no puedo evitar abrir la boca, cuando lo saca de uno de sus
bolsillos—. Ahora te voy a dar cinco minutos para explicar lo sucedido, si es
que acaso te interesa hacerlo, y luego yo decidiré que hacer contigo.
—¿Tu decidirás que hacer conmigo?
—Preguntó cambiando inmediatamente el semblante.
—Correcto.
—Entiendo ¿Ves? Ese es el problema
contigo Armando Cappa. Tú no te das cuenta, pero siempre estás con esa actitud
de arrogancia, mirando a la gente por encima del hombro, y lo peor es que te la
das de amable, de bueno, de que eres rico, pero que no tratas a los demás como
tus amigos lo hacen te la das de
diferente.
—Es decir que todo este plan absurdo es
resentimiento ¿Solo eso? Estas resentido porque mi papá tiene dinero y el tuyo
no ¿Es eso? ¿Eres así de niche?
—Si, lo soy. Siempre lo he sido y tú lo
sabes.
—Dime tan solo que todo es mentira. Que
esto es un plan de Javier para acabar conmigo, para ponerme mal con mi padre y
que te pago por hacerlo y que tú aceptaste porque necesitabas el dinero. Tan
sólo dime eso, y olvidaremos todo lo demás. Yo me encargaré de Javier y tu y yo
podremos discutir esto sin alcohol de por medio y arreglaremos las cosas.
—No tengo nada que decir. Nadie me pago y
siempre supe lo que estaba haciendo.
Entonces perdí la fuerza necesaria y mi arrogancia.
Una parte de mi recordó lo que me pregunto Nelson en el carro y albergaba que
si bien el había accedido a participar en el plan en un principio, tal vez se
había arrepentido, pero no fue así. En las películas de Hollywood uno de los
protagonistas siempre se ve forzado a realizar algo por las circunstancias,
pero luego se enamora y se arrepiente. Lamentablemente este no es el caso.
Nelson era simplemente un resentido que vio la oportunidad de vengarse de
alguien a quien ni siquiera conocía. Un resentido de los peores.
—Entiendo. Entonces todo termina ahí
—dije tratando de fingir serenidad, pero no se que tan bien me salió—. Espero
que logres salir de todo lo que te viene encima y te vaya bien en la vida.
Y entonces me bebí al menos 5 cocteles más.
Y luego Tomás tuvo que sacarme por la
parte trasera del hotel pues los reporteros no dejaban de acosarme.
Y después mi papá llama y no atiendo el
teléfono.
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