Yo soy una persona social. Cuando conozco a alguien procuro mantenerme en contacto todo lo posible, claro, cuando me cae bien o me gusta, pero ese no es el punto. El asunto es que habían pasado 4 días desde aquel repugnante café y aún no recibo señales de Nelson ¿Qué se cree el imbécil ese? ¿Acaso piensa que voy a estar pendiente del BlackBerry y de cada cosa que hace? ¿De escribirle y decirle “¡Que guapo sales ahí!”? ¡Pues no! La primera cosa que debes saber sobre mí Nelson, es que yo no le escribo a nadie, la gente me escribe a mi.
Estoy con Tomás en el Country Club. Vinimos a jugar tenis, pero después del primer intento nos sentamos en el bar a tomar cocteles. Si, entramos al bar con ropa de deporte, pero que importa, la mayoría de la gente pretenciosa en Valencia que seguro nos esta criticando en este momento no tiene en donde caerse muerta y probablemente vive más allá del Edificio del Carabobeño o por aquel lado bizarro donde se acaba la Avenida Bolívar y que mi papá siempre me prohibió visitar desde que me compró el primer carro (Un mercedes de esos pequeñitos que odiaba con todas mis fuerzas).
Después del segundo trago comienzo a hablar.
—Ayer conocí a alguien
—Pensé que ya todos los hombres elegibles se habían acabado en Valencia, a menos que estés saliendo con algún tipo que trabaja en Mc Donalds.
—No trabaja en Mc Donalds, pero de hecho si, es alguien que trabaja.
—¿Y tiene 30 y vive con su madre?
—No se que edad tiene y tampoco sé con quien vive.
—¿Y que tiene de especial entonces?
—Trabaja en Casablanca y me trajo un traje Cavalli que encargue hace semanas para la fiesta del sábado
—¿Cavalli? ¡Eug! Veo que ya tu gusto no es el mismo que antes.
Cuando ya llevamos 6 cocteles y creo que el mesonero del lugar nos robo nuestras raquetas, finalmente le digo:
—Me gusta demasiado.
Otro día y estoy de nuevo en el restaurante del Hesperia con Tomás
—Marico esto no puede pasarnos de nuevo. Mi papa estaba furioso, al parecer el chofer nos estuvo buscando una hora por todo el club.
—Relajate, tampoco es que va a echarte a la calle por eso ¿No?
—Pues no. Mira ¿Por qué no invitas a Nelson a la fiesta del sábado? Es decir estaba semi inconsciente y todo, pero estoy seguro que me dijiste que te gustaba demasiado.
Lo mire con cara de circunstancia.
—A veces me sorprendes —me comenta en un tono que quiere parecer sabio— pareces tan refinado, pero a veces dices cosas que me hacen pensar que eres igual al que le lleva los periódicos a mi papa en la mañana y le dice “¿Qué más mi don?” ¡Eug!
Es sábado. Nelson acepto ir conmigo a la fiesta, pero me dijo que su carro se le había dañado y no tenia tiempo de ir a un taller. Jamás he pisado un taller mecánico, pero supongo que se ha de necesitar mucha paciencia y tiempo para hablar con personas cuya mayor parte de la vida transcurre en la parte debajoq1 de un carro. Como sea, le digo que el chofer de mi papá ira a recogerlo a su casa y yo me iré en mi carro. “Okey, nos vemos allá”, me dice.
A la ocho de la noche es que llega el inútil del mandadero de mi papa con tres mil bolívares en efectivo que le mande a buscar en caso de emergencia. En estos días ya uno no se puede ni conseguir a alguien que pueda cobrarte un cheque.
—Podrías ir a un cajero automático —dice mi padre.
—Lo dices como que si tu fueses capaz de ir a uno —le respondo.
La fiesta, finalmente llegue a la fiesta.
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