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2. Hola soy un niche si raqueta y me gusta demasiadoNelson y yo nos acostamos y ahora pasan 3 cosas.
La primera es que no estoy muy seguro de cómo paso, pero fue en mi casa.
La segunda es que no dejo de pensar en su cara de idiota contemplando la fuente en aquella fiesta.
La tercera es que creo que me estoy enamorando de él.
Hoy me acompaña a una fiesta en el Yate del papá de Tomás. Cuando voy a recogerlo a su casa lleva una morralito triste que dice “Rusty” en la espalda y usa shorts Quicksilver, de esos que cargan las personas que se bajan del autobús cerca de la parada del Yacht Club. Me quiero morir de nuevo.
—¿Cariño si tu trabajas en Casablanca por qué no usas ropa mas apropiada?
—Es ropa playera —me explica, como si usar la ropa de la gente que viaja en autobuses llenos de arena es normal.
—Tienes razón —le digo, pero en realidad quiero lanzar ese maldito short por la ventana de la camioneta.
De todas las personas que podían estar en este Yate la que menos quería encontrarme viene directo hacia mi.
—¡Javier!
—Armando.
—Tiempo sin verte —me dice y se queda viendo fijamente a Nelson. Yo hago lo mismo y el brillo del sol sobre la superficie del Yate lo hace lucir como un pequeño Dios griego. Me olvide del short. Ya no me quiero morir.
—Él es Nelson —le digo, y como vi que le sonreía demasiado me apresuré a añadir—: Mi novio.
—Ya veo ¿De donde eres padre? —Pregunta Javier dirigiéndose a Nelson, pero yo sé lo que significa ese padre. Lo quiere hacer sentir mal.
—De por aquí y por allá —responde Nelson, y lo mira con una superioridad que nunca le había visto antes.
—Es muy bonito eso que llevas puesto —le dice.
—Es muy cómodo también. Gracias por notarlo
Yo no se si esto que se esta desarrollando entre ellos es una autentica guerra o Nelson esta siendo genuinamente agradecido.
—Iré por algo de beber —Javier perdió. Me acerco para darle un beso a Nelson, pero este me aparta rápidamente y me dice que el también ira por algo de beber.
Ya estoy borracho y a punto de lanzarme por la borda del Yate. No quiero hablar con nadie, y ya le di quinientos bolívares al mesonero para que me trajera tragos cada 15 minutos. Después que dije que Nelson era mi novio, este no dejo de evadirme en toda la noche, y ahora esta hablando con un loco de la vida que esta en zapatos deportivos. Les digo que a veces no entiendo a las personas que conoce Tomás.
—¿Me puedes explicar quien es ese tipo de los zapatos Nike? Bueno supongo que al menos son Nike, pero ya veo tan borroso que guardo mis reservas —le digo a Tomás cuando se me acerca.
—Es una amigo, del amigo de yo no se quien. Creeme no lo invité directamente y llevo toda la noche tratando de convencer a uno de los mesoneros que lo empuje accidentalmente por la borda, pero se negó por lo que ofrecí y no cargo más efectivo —explicó Tomás.
—Yo tampoco, le acabo de dar uno de ellos para que me trajera bebidas.
Media hora después aún seguimos ahí, sólo que yo estoy más borracho.
—No se que me pasa —le confieso—, creo que estoy enamorado de ese maldito Nelson y el se ha pasado toda la noche evadiéndome.
—Ya veré yo lo que le pasa —replica Tomás y se levanta.
Yo se que viene un desastre, lo sé, pero estoy tan mareado que ni siquiera hago el esfuerzo de recomponerme en la silla cuando Nelson se acerca a mí.
—Estás bebiendo demasiado. El mesonero me dijo que te has tomado más de ocho cocteles —me suelta Nelson apenas se acerca a mí.
—¿Y qué? Estamos en una fiesta —le respondo con acritud.
—Bien.
—¿Me puedes decir que coño te pasa?
—¿A mí? Nada.
—Has pasado toda la noche evadiéndome, y el Yate no es tan grande como para que lo puedas hacer sin que me de cuenta ¡Coño! —Derramé coctel en mi camisa.
—No tenia idea de que fuéramos novios.
—Pensé que eso estaba claro desde lo que paso en mi casa —repliqué y enseguida me sentí tan estúpido que deseé perder el sentido.
—Pues no, no estaba claro. Además Javier tampoco sabía.
—¿Le conoces? No me digas que…
—Sí.
Perfecto. Mi novio que no era mi novio y me enemigo estuvieron enredados.
—¿Eres alguna clase de prostituto? —le pregunto. Me estaba sobrepasando, pero el estaba en mi mundo y ahí yo podía decir lo que quisiera.
—¿Alguna vez te he pedido dinero?
—No.
—Bien. No creo que vaya hacerlo en el futuro. Es más no creo que en el futuro sigamos viéndonos si sigues con esa actitud.
—¿Qué actitud? —pregunte, mientras mi mesonero me traía otra copa.
Nelson le hizo una seña pretendidamente disimulada que no me trajera más bebidas.
—El mesonero no trabaja para ti —le espeté.
—Cuando te recuperes hablaremos mejor.
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