Me despierto en la mañana pensando en el traje que tengo que recoger en un rato. Siempre me ha fastidiado un poco vivir en Valencia, pero mi papa tiene negocios importantes aquí así que… Bueno el es dueño de la mitad de los edificios de esta ciudad, así que quien soy yo para decirle que nos vayamos.
Lo molesto de vivir acá es como nunca se consiguen las cosas que uno necesita cuando se necesitan. El otro día fui a Casablanca, y como era de esperarse no tenían ningún traje que me quedara bien. Me mostraron un catalogo súper cutre y tuve que escoger un Roberto Cavalli (¡Si!) de allí, ya que era lo único que podían conseguirme considerando el tiempo que disponía. Supongo que algún día debo aprender y dejar de posponer las cosas que tengo que hacer hasta el último minuto.
Le digo al chofer que de vueltas en el centro comercial mientras entro rápido a recoger el traje. Odio el Sambil y aún mas los sábados. No puedo creer como la gente viene de hecho a perder su tiempo libre aquí. Es asqueroso, en fin.
Cuando estaba a punto de entrar en la tienda veo a alguien muy guapo en la vitrina. Antes de entrar no puedo evitar mirarlo, y antes de darme cuenta el esta haciendo lo mismo. Cuando salgo con mi traje en la mano, el sigue ahí:
—Disculpa ¿Nos conocemos de algún lado? —Se atreve a preguntarme.
—No lo creo —le respondo, aunque en el fondo espero que si. Realmente es muy atractivo.
—Mi nombre es Nelson.
—Armando.
—Lo sé.
Por un segundo pensé que iba a ser secuestrado, pero enseguida me explico que de el trabajaba en Casablanca y fue el responsable de traer mi traje desde Caracas.
—Gracias. Hubiese preferido algo de otro diseñador, pero esto es lo más parecido a lo que estaba buscando.
—Y supongo que no tenias tiempo de ir a Europa y volver.
Yo debí darme la vuelta apenas escuche ese comentario, obviamente había algo de resentimiento ahí, pero no lo hice, en vez de eso sonreí y me pregunte si esa era la actitud adecuada en ese caso, en fin.
—¿Podemos tomarnos un café? —me pregunta.
La idea de sentarme en algún repugnante lugar de ese centro comercial me aterraba un poco, de hecho en alguna oportunidad llegue a escuchar que alguien había sido asesinado en algún sitio de aquí, pero ¿Cómo podría resistirme a este hombre? Es demasiado guapo.
—De acuerdo.
Así que ahora estamos en Havanna, pero diferente, este no tiene nada que ver con el singular lugar que una vez visité en Bogotá. No señor, aquí estamos esperando por nuestra bebidas en el medio del pasillo del centro comercial, con gente caminando alrededor de nosotros. Terrible.
—Tal vez hubiese sido mejor ir a otro lugar — le comento.
—¿Por qué? —me pregunta, como que si yo estuviera loco—, tenemos suerte de haber conseguido mesa tan rápido.
Le veo fijamente a la cara, esperando que mi mirada le transmita que no tenemos suerte de estar sentados es esa silla mugrienta de ninguna forma y que podríamos estar en un lugar donde al menos el mesonero tuviese la más mínima idea de quien soy yo, pero me contengo y después de verlo fijamente por cinco segundos, le sonrío.
—Me imagino.
Pero después de una hora, dos cafés, varios dulces y la cuenta (que tuve que pagar yo pues el había dejado su cartera en la tienda) me di cuenta que estaba completamente enamorado de este hombre. Así que fui directo al grano.
—¿Eres gay?
—Creí que había sido bastante obvio cuando te invite a tomar un café —y se rió a carcajadas— ¿De verdad piensas que un hombre heterosexual invitaría a otro a tomar café? Eres un poco inocente después de todo —y volvió a reír a carcajadas.
Me humillo con facilidad, pero aún así me gusta.
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