2. Hola soy un niche si raqueta y me gusta demasiado
Casualmente cuando me estaciono esta llegando el chofer de mi padre con Nelson. No puedo explicar lo que sentí al verlo. Se veía hermoso por supuesto, porque él lo es, pero ese traje era completamente equivocado, y ni hablemos de esos zapatos blancos (¡Si!). Quería morirme, pero antes darle un beso.
—¿Cómo estás? —me saluda.
Lo quiero matar.
—Bien —respondo simplemente—. Me gustan tus zapatos.
—Son antiguos —me explica—, los conseguí en una venta de artículos usados que hubo en la villa olímpica hace unas semanas.
No podía recordar donde quedaba la villa olímpica, después colegí que era el edificio ese que se esta desconchando, que queda como a dos cuadras del colegio donde estudie mi bachillerato. Perfecto. Creo que no quería saber mas.
Entramos. La mansión de los Payares parece como una de esas casas museos que algunos solo han visto en películas del NY antiguo donde la gente va a Connecticut por alguna razón que nunca queda muy clara en la cinta. En la puerta nos toman una foto. Resulta que el evento es de Papá Payares quien esta brindando una fiesta en honor a su hijo cuya obra será exhibida en algún museo de fuera que no recuerdo, o nunca me dedique averiguarlo. Lo cierto es Juan Payares, el hijo, y yo no nos llevamos muy bien, aunque la secretaria de Papá Payares hizo llegar una invitación a mi casa. No pensaba venir, pero Tomás me convenció, además que siempre es bueno dejar verse por ahí.
—¿Saldrá en el periódico? —Me pregunta Nelson.
—Difícilmente. Seguro subirán alguna foto de los anfitriones y de alguna mujer vulgar que haya conseguido ser invitada a esta fiesta y este con un escote de infarto.
Pasan 20 minutos y estamos hablando de cine. Yo sé que Nelson se esta aburriendo, probablemente esta pensando cuando será el momento en que podrá decir algo sobre la última película que vio (¿Transformers tal vez?), pero yo se que eso nunca pasara, esta gente es demasiado pretenciosa para admitir que vio eso.
—Nos disculpan un momento —digo de pronto, pero no era una pregunta, me levanto y me llevo a Nelson conmigo. Note que su traje era de una fibra extraña.
Ahora estamos en la mesa de la comida. Se queda un rato viendo la enorme fuente de Champaña y me comienza a dar mucha pena, pero me contengo y sonrío.
—¿Vas a llenar un copa o no?
—Seguro.
Después nos sentamos cerca del conjunto que toca una música espantosa, como la que le gusta a mi papá.
—¿Sabes que aquí hay comida como para una batallón pero todo el mundo se sirve como si fueran a engordar cincuenta kilos con cada bocado?
Me pregunto si lo que me esta diciendo es en serio ¿De verdad le parece que hay tanta comida? Ni siquiera tienen ojos de buey. En fin.
—Es de muy mal gusto comer tanto —le explico— la idea es beber y festejar.
—¿Entonces para que colocan tantas cosas? ¿Qué harán con eso después?
Yo nunca me había preguntado que pasaba con la comida que queda en las fiestas. Mi papá una vez hizo una fiesta en casa, y recuerdo que al día siguiente nuestra ama de llaves se llevo muchas cosas en una bolsa. Claro eso fue después de preguntarme si quería un “recalentado”, lo cual no entendí, y luego que me lo explicara, la miré como si estuviera loca. No debe ser saludable recalentar una comida que paso toda la noche al aire libre. Pero igual ella no se llevo tantas cosas, así que nunca supe que paso con el resto.
—Supongo que lo regalarán o algo así —respondí.
Comencé a fastidiarme. En mi imaginación Nelson y yo estábamos besándonos en el jardín, pero en lugar de eso ahora estaba haciéndome preguntas tontas sobre nosotros ¿A quien le importa las inversiones y los portafolios? Cuando tenga treinta me preocupare por eso.
—Deberíamos dar un paseo afuera, necesito algo de aire —digo.
—¿Te molesta si me sirvo mas comida?
Me quiero morir de nuevo, pero cuando sonríe y se le hacen unos hoyuelos, cambio de opinión y lo quiero besar.
—Adelante.
Mientras Nelson se queda bobo viendo la fuente de nuevo, Tomas se sienta junto a mí.
—Te he estado buscando toda la noche.
—¿Qué pasa? —Le pregunto, pero se perfectamente lo que viene a decirme.
—La gente no para de hablar de tu acompañante, y he pasado toda la noche evadiendo la respuesta ¿Quieres que les diga la verdad?
—¿Qué verdad? Que es un vendedor absurdo de una tienda que ¡No deja de ver esa maldita fuente de Champaña! Disculpa.
Me levanto a rescatar a Nelson de la hipnosis que parece ejercer la fuente sobre el.
—¿Pasa algo? Tienes mas de 5 minutos aquí.
Cuando nos fuimos de la fiesta ni siquiera nos besamos. El sentimiento de querer matarlo era mas fuerte que yo.
1 comentarios:
se me parecio a un capitulo de will & grace :)se me parecio a un capitulo de will & grace :)
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