Conocer a la persona indicada en este fucking lugar no es fácil, pero mientras
tanto uno hace lo que puede con lo que tiene. Nunca habría conseguido el
depósito astronómico que necesitaba para el alquiler del apartamento donde vivo
ahora de no ser porque un viejo por ahí me lo regaló, luego de hacerle uno que
otro favor. Tampoco podría yo haber comprado un carro, de no ser por la ayuda
de otro tipo que conocí un día en una exhibición de autos en el Sambil.
Un día estoy en
el gimnasio indicándole la rutina a una señora y entran un par de tipos. Uno de
ellos es moreno, guapo, bastante guapo. Tiene rasgos ligeramente hindúes o como
sea el gentilicio de esos dudes
marrones, pero no tanto. El otro es más impresionante aún. No es tan alto como
el moreno, pero también tiene una cara delicada, me recuerda a Santiago un
poco. Pero lo que me impresiona no es su físico, es su actitud. Entra como si
el gimnasio fuera de él. No anda con pena. Se le queda mirando a quien quiere y
no se esfuerza en disimularlo. Un tipo que esta haciendo unas repeticiones lo
mira con señas de Que te pasa maricón
y entonces él le sostiene la mirada, y luego se vuelve con tanto desdén, como
si en un segundo dejara de existir, que el tipo no dice más nada y sigue
haciendo sus ejercicios.
Tengo que
conocerlos.
Cuando me estoy
aproximando suena el teléfono. Es Santiago.
—¿Cómo estás?
—Le pregunto, tratando de disimular que estoy contrariado.
—Bien ¿Qué
haces? —pregunta.
Fuck lo quiero matar.
Los tipos siguen mirando a su alrededor pero parece que se están cansando y
comienzan a ver hacia la puerta. Damn it.
Se van a ir.
—Ahorita estoy
un poco ocupado.
—Cierto estas
trabajando… —Y alarga la “o”, como si fuera una tragedia, pero aún así, sin
ganas de colgar.
Entonces me
calmo. El moreno le hace una seña al otro y se dirigen a la parte del café que
tiene el gimnasio. Yo termino de hablar con Santiago (quien dio un montón de
rodeos sólo para decirme que no me visitaría hoy) y me acerco hasta ellos.
Cuando llego al
área del café ya están instalados en una mesa. El moreno esta tomando un café y
el otro, que ahora visto de cerca parece tener resaca, esta tomando agua con Jamaica.
—En serio no
entiendo por qué no venden té helado —le dice al moreno.
—No importa,
cuando salgamos de aquí desayunamos donde Víctor.
—Es demasiado
venir a este sitio buscando a un hombre se vea como se vea, y ni tenemos
esperanza de lo otro. Después me dices que a veces te sorprendo y me comparas
con el repartidor de periódicos. Pues te digo: Eres tú quien ha caído en un
nuevo bajo.
Con que están
buscando a un hombre. Esta bien.
—Calmate unos
segundos, terminate el agua que te hará súper bien para la resaca y luego yo te
invito.
Impresionante
se queda en silencio por toda respuesta. Yo finjo comprar un agua también, pero
cuando vengo de la caja y voy a pasar de nuevo junto a su mesa con toda la
intención, por un segundo sentí que el moreno me miraba. Entonces decidí
arriesgarme.
—De verdad
discúlpenme —y sonreí—, pero por casualidad escuche que andan buscando a
alguien.
Por un segundo
se descontrolan. Luego me ven sorprendidos y finalmente impresionante suspira y
vuelve a su bebida. Entonces el moreno lo mira, ladea la cabeza un poco y le
dice algo con los ojos. Es como telepatía.
—Tal vez eres
tú —dice el moreno.
Impresionante
sonríe ligeramente y me mira. Comienzo a pensar que al menos mi reputación
sirve para algo. Pero luego se me quedan mirando y no dicen mas nada. Me toca a
mi.
—No encontrarán
nada mejor que yo aquí.
—Muy gracioso
—dice el moreno y ríe algo escandaloso.
—Mejor siéntate
—dice impresionante—. Me llamo Armando y el es mi amigo Tomás.
Después de
hablar un rato me entero que este chamo es ese Armando que una vez vi en un
programa de E! y debe ser así como el
veinteañero mas rico del país, y el único que le hace sombra, es su mejor
amigo. De repente pasé a la liga VIP y no me di cuenta. Lo lamento mucho. Juro
que pensé en Santiago antes de hacerlo, pero es más fuerte que yo.
—Podemos
intercambiar números y pins —les
digo.
—Tomás los
tomará —dice Armando con una sonrisa enigmática. Es como si me dijera que le da
fastidio tomar mi número de teléfono, pero a la vez que puede ser que me llame.
—Esta noche nos
reuniremos en Matheus —dice Tomás. Si quieres puedes acercarte hasta nuestra
mesa.
—Me gustaría ir
pero tengo el carro malo —explico y ellos se me quedan mirando, especialmente
Armando.
—Mandale tu
dirección a Tomás, algún chofer de nosotros te ira a buscar.
—Claro —dice
Tomás, como si la gente tiene que dar por sentado que todo el mundo tiene
chofer.
—En fin —dice
Armando—. Tenemos que irnos.
Yo quiero a
Santiago. Pero en serio. Fuck.
Extra
2
—¿Viste que esta bien? —pregunta Tomás.
—Si, pero tampoco era como para ir al
gimnasio. Me dan asco los gimnasios, por eso nosotros tenemos uno en casa ¿No?