Escribir una novela no es tarea fácil. Al menos si esperas hacerlo bien.
El camino de la que estoy preparando ha sido tortuoso. Empecé con la idea hace como 4 años. Escribí una gran parte en 2 cuadernos, pero luego, cuando parecía que estaba llegando a su fin la abandone completamente. Al releer varios de sus pasajes me pareció un escrito vacuo y sin vida, que se alimentaba descaradamente de las cosas que había leído recientemente.
Fue entonces cuando descubrí una de mis grandes preocupaciones a la hora de desarrollar esta empresa: El estilo que deseo emplear/proyectar. El gran Horacio Quiroga recomienda que para iniciarse en estas lides es necesario imitar un poco a los grandes, si el influjo que sientes para hacerlo es demasiado poderoso. Fue lo que hice al principio. Pero luego cuando terminaba de escribir, la historia no me convencía, el estilo empleado no me agradaba, no era yo.
Durante largo tiempo me torture pensando que tal vez no tenía buena estrella para esto de escribir, que probablemente carecía del talento necesario y que debía conformarme con las historias que leía con frecuencia. A pesar de ello, algunos meses después comencé a escribir una segunda historia. En un cuaderno más grande y tratando de refinar al máximo los aspectos que consideraba me podrían diferenciar de los demás. De nuevo abandone la idea. Me di cuenta que aunque había logrado desarrollar una ficción hasta cierto punto original, el texto, llegado el momento, se hizo más grande que yo: Carecía de los conocimientos necesarios para terminarlo, y si lo finalizaba así, probablemente sería tachado de un escrito burdo que arruino el género para el que estaba pensado.
Fue así como abandone toda idea de escribir por largos meses. Incluso, en mi decepción me aleje un poco de la literatura, y me dedique a mi carrera mercantilista, hasta que un día descubrí un blog maravilloso mientras navegaba en la red. Se trataba de las historias de un muchacho de Argentina, quien narraba en forma sencilla y directa las desventuras de su vida. Me sorprendió la calidad de los textos, lo adictivos que resultaban y me fascino su vida. Luego de eso comencé a leer blogs con avidez, hasta que un día decidí abrirme uno. Los primeros comentarios (que increíblemente recibí al día siguiente) me alentaron muchísimo, y con la práctica diaria adquirí una suerte de marca diferenciadora, que mis visitantes no dejaban de recordarme (lo cual agradezco mucho).
De manera que por accidente resolví la preocupación del estilo. Sin embargo la idea de la novela seguía asechándome como un asunto inconcluso. Descarte retomar los escritos anteriores. La primera novela casi terminada me parecía un tostón insoportable, y la segunda, terminada en un tercio tal vez, me parecía aún demasiado grande para terminarla sin una adecuada investigación. De manera que en meses recientes, luego de leer mucho sobre los temas que pienso desarrollar y tomándome el tiempo necesario para ello, empecé con el proyecto definitivo.
Ya desde el prólogo la cosa resulto extraña. Lo rehíce varias veces, algunos los guardaba, y luego comenzaba un nuevo prologo que se desarrollaba a lo largo de hasta 20 páginas. Algunos personajes aparecían en varios de estos “prólogos continuados”, hasta que de repente tenía tantas ideas empezadas que me encontraba en una especie de laberinto y no sabía cómo seguir. Un día me sincere, y luego mucho reflexionarlo, descarte cosas más complejas para desarrollarlas posteriormente. Elimine algunos personajes y compile varios de los párrafos iníciales en un solo documento de Word. Finalmente la novela había tomado forma. Vi claramente a mi protagonista, navegando en esas aguas turbias, visualicé todo el comienzo, su desesperación y sus posibles desenlaces. Todavía no estaba claro del todo como terminaría pero eso es normal dentro de mi proceso creativo. Durante varios días, luego de aquella revelación me dedique a escribir con avidez. Editaba los capítulos listos, empezaba otro. Algunas semanas después sucedió una tragedia: Unos ladrones entraron en mi casa, y se robaron mi preciada Laptop. No tenía respaldos de mi novela en ningún lado, de hecho, perdí gran parte de mi vida ahí.
No voy a decir que lloré, pero estuve a punto. Perdí lo investigado y lo escrito. Mi personaje fue robado. De nuevo abandone el proyecto, pero la idea seguía ahí. Jonás invadía mis pensamientos, pero el desanimo que me produjo el robo, dejo mis ganas de seguir en el limbo.
Finalmente gracias a la recomendación de un amigo, hice un taller de escritura creativa, que me dio nuevos ánimos. Los comentarios del facilitador acerca de mi técnica y mi estilo me dieron el impulso definitivo y ahora de una forma más profesional que nunca, comencé nuevamente mi novela. Espero que en futuro cercano, puedan conocer a Jonás.
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