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De la profesión mas antigua

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Juana no sabía que más hacer con su vida, se había convertido en una mujer con el corazón de piedra, incapaz de tener hijos y cuyo único placer era estar con hombres que luego la dejaban sin más.

Cierto día tomo una decisión:

—Jamás me volveré a acostar con ningún otro hombre sin que me de nada a cambio —fue lo que pensó.

Naturalmente para los hombres de esa época concebir algo así era difícil y cuando se lo pedían, recibía las respuestas más increíbles:

—Juana por que no pasamos un momento a solas —le pregunto uno.

—Solo si me das tu amor —respondía ella.

—Adiós —fin de la conversación.

Cuando acudía a los que según los entendidos en la materia se convertiría en el bar del pueblo (Una casa bajo una mata donde servían jugo fermentado), la pregunta era un poco diferente

—Mi amor eres muy bonita ¿No quieres hacerme compañía? —era lo que preguntaban.

—Solo si me escuchas y me das tu compresión —respondía ella.

—Nos vemos —fin de la conversación.

Si acudía a fiestas la conversación era un poco mas larga.

—Quieres bailar —le preguntaban.

—Sí —respondía ella.

Al cabo de un rato le decían:

—Eres muy bonita y bailas muy bien, no crees que tú y yo deberíamos…

—Solo si estamos casados.

Y sin palabras, la conversación (y el baile) terminaba abruptamente.

Ricardo llevaba un mes en el Pueblo, cuando reviso su cartera y se percato que le quedaba poco dinero. Había sido difícil mantenerse con vida pues la gente lo veía como un fenómeno de circo, con lo que según decían ellos, eran extraños ropajes que solo servían para morirse de calor.

Como por esa época no existían las casas propiamente dichas y muchísimo menos los cerrojos Ricardo decidió que era buena idea revisar por accidente las cosas de los vecinos, puesto que el ya no tenia nada y si encontraba algo que le interesara o lo pudiera vender, no estaría haciendo nada malo, pues el sólo era un mendigo en busca de comida.

Dos días después estaba en el bar gastando a manos llenas, entre gente lamentándose de su suerte pues “los cunaguaros se habían llevado sus cosas”. De entre toda la gente vio a Juana y se acerco y le pregunto:

— ¿Quieres acostarte conmigo?

Y como ella estaba ya cansada de tanto esperar le dijo:

—Esta bien.

Al día siguiente encontró un fajo de billetes bajo la almohada y una nueva respuesta para los hombres. Ese día cuando se paro en el bar, y el primero se acerco a preguntarle, ella simplemente le respondió:

—Me acostare contigo si me das dinero.

—Esta bien —era lo que respondían.

(12-09-2007)

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