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4. Yo puedo oler una tramoya a kilómetros de distancia



(Previamente)
Prólogo
(Fin del previamente)


Apenas me senté en la mesa supe que algo no andaba bien. El que se llamaba Tomás no se esforzó en disimular mucho.

—Cuéntame ¿Qué tal es trabajar en Notitarde? ¿te pagan bien? —me preguntó. A diferencia de Armando cualquier cosa que pronunciaba Tomás tenía un aire de superioridad e ironía inconfundible de las personas de su tipo. Pero yo había nacido ahí y él no iba a doblegar mi espíritu.
—Es bien. Siempre es bueno saber de donde provienen las cosas.
Recordé esas caricaturas japonesas donde hay chispas eléctricas entre los personajes.
—Basta Tomás, deja de fastidiar a nuestro amigo, solo porque el haya decidido trabajar no quiere decir que nosotros debamos juzgar.

Lo sabia, ellos sabían.

—De acuerdo, ustedes saben quien soy ¿Y ahora qué?
—Nada —respondió Armando—, solo estábamos curiosos por la razón de que alguien como tú esta en esta fiesta con un botón dorado, eso es todo.

Pero eso no era todo. No podía ser todo.

—Estaba cansado de vivir bajo la sombra de mi papá y decidí seguir mi propio camino. Deberían intentarlo, en especial tú —solté mirando a Tomás.
—No estoy tan loco —respondió Tomás—. Yo tengo claro lo que significa pertenecer a este mundo y los desesperados que están los demás por entrar en él.
—Eso no es todo lo que deberías aprender —repliqué.
—Ay ya, dejen esa discusión absurda para otro día.
—Es verdad —dije—, me voy a buscar a mi amigo. Un placer chicos.

Salí corriendo de la mesa tan rápido como pude y mientras trataba de dar con Daniel para decirle que me iba, vi a Marcos. Se veía hermoso, aunque seguía ocupado. Por mi mente surgieron ideas absurdas de ir a saludarle, decirle cualquier cosa, o simplemente quedarme ahí, observándolo. Estaba completamente loco.

—¿Dónde estabas? —me preguntó Daniel desde atrás. Ya estaba visiblemente mareado.
—Viendo si había alguien conocido en la fiesta.
—¿Tuviste suerte?
—No exactamente.
—Por cierto no trates de quitarte el botón. Si alguno de los monos que vigila la fiesta se da cuenta, te hará ponértelo nuevamente. Regresemos al bar.

En el bar, con mi cuarto Martini encima, ya no podía quitarme la imagen de Marcos de la cabeza. Daniel hablaba cosas con los otros periodistas, mientras yo solo escuchaba pequeños retazos y me dedicaba a asentir. Debía acercarme. Me disculpe y me dirigí hacia Marcos. Me quité el botón y cuando estaba en la línea para tomarme la foto, se me acercó un sujeto bastante robusto.
—Disculpe señor creo que se le cayó esto —Tenía otro botón en la mano.
Le hice una seña y nos alejamos de la línea. Luego le di mi nombre.
—Disculpe, no fue mi intención molestarle.

Finalmente llegué al lente de Marcos ¿Se acordaría de mi?

—Vaya, si es el chamo del refresco ¿Cómo estás? —me saludó.
—Bien —respondí, tratando de sonar casual— ¿y tú?
—Aquí. Trabajando para poder vivir.

Sentía como si me fuese a desmayar, pero mantuve la compostura.

Luego de varias fotos, me dijo:

—Creo que es esta… ¿Qué nombre coloco en la foto?

¿Le daba mi nombre falso o mi nombre real? Al final decidí darle el falso, aunque había pocas probabilidades de que el supiese algo de mi vida anterior.

—Creo que al final de la fiesta darán la pagina de internet donde se publicaran las fotos —me explicó. Y luego sonrió de una manera que daba a entender que debía dejar que la siguiente persona pasara.

Salí del decorado sintiéndome extraño, todo se revolvía al mi alrededor ¿Eso sería todo?

Un mesonero pasó y me preguntó si me encontraba bien. Le pedí otro coctel y trate de tranquilizarme. Me pregunté si así empezaban las personas que luego pierden la razón, pero luego me decía una y otra vez: “Yo no estoy loco, yo no estoy loco”.

Para cuando ya tenía seis cocteles encima y me percaté que si me tomaba otro no podría volver manejando a casa, fui a busca Daniel para avisarle que me iba. Le encontré hablando con un muchacho.

—Daniel me voy, creo que ya bebí suficiente.
—Si vámonos. Pero déjame presentante a mi amigo Juan. El trabaja con Marcos.

Las ganas de irme se esfumaron. Necesitaba hacerme amigo de Juan a como de lugar.

Dios mío me estaba volviendo loco.

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