Yo creo que somos muchos, cientos tal vez que estamos pendientes de, digámoslo así, largarnos del país apenas se nos presente la mas mínima oportunidad. Y yo como esos miles de personas, tuve que pasar por la embajada norteamericana. Como una forma de orientar aquí a todos los que van despistados, escribí esto para que no les pase muchas de las cosas que vi en la cola, y otras que viví en carne propia.
Primera recomendación: Deja el desgraciado celular en la casa.
En este mundo globalizado y altamente moderno parece como una locura salir sin celular (yo me regreso a mi casa a buscarlo no importa donde este), pero resulta que la embajada es territorio federal, y en esas zonas no está permitido ningún tipo de aparato electrónico, so pena de pasar por esto:
―SEÑORES ―las mayúsculas me ayudan a enfatizar los cambios en el tono de voz― les voy a dar una pequeña introducción de lo que NO deben hacer cuando entren a la embajada. NO CUMPLIR con esto les puede acarrear serios inconvenientes para su trámite el día de hoy.
Las recomendaciones incluían: Nada de celulares, ningún tipo de aparato electrónico, nada metálico, categoría desde “clips para arriba”, y ni siquiera las carpetas con ganchos están permitidas (son demasiado filosas supongo). Y bueno pasaron cosas como esta:
―SI ALGUNA PERSONA carga consigo alguna de las cosas que nombre, por favor LEVANTE LA MANO.
Y la gente no sólo no levanto la mano, sino que comenzaron histéricos a hablar por el celular para pedir que los fueran a buscar y darle el aparato a sus amigos/familiares. Yo pensé que al pobre señor le iba a dar algo:
―SEÑOR AQUÍ NO PUEDE HABLAR POR TELEFONO ESTO ES TERRITORIO FEDERAL ¡SALGASE DE LA COLA!
―Pero…
―¡¡SALGASE DE LA COLA!!
Por supuesto la cosa es un negocio porque después:
―LOS QUE TRAJERON CELULAR mas allá hay un pequeño toldo donde alguien se los puede guardar
Al parecer el amigo tiene un negocio fuera de su territorio federal, pero no me molesto ya que el correo de la embajada con la confirmación de la cita mencionaba esta norma, por lo que teléfono estaba muy seguro en el carro, gracias.
Segunda recomendación: No saques al venezolano vivo que llevas dentro intentando colearte.
―¿QUE HACE USTED AQUÍ?
―Bueno me dijeron que esta es la cola…
―LA COLA ES ALLA AFUERA, LAS PERSONAS QUE ESTAN AQUÍ ESTAN RECIBIENDO UNA CHARLA DE INDUCCIÓN.
―Si bueno ¿No me puedo quedar de una vez?
―SALGASE DE LA COLA, ALLA FUERA DEL TERRITORIO FEDERAL.
Tercera recomendación: Lleva tus papeles ordenados y un libro o algo para entretenerte.
Yo tengo un problema grave con mis manos y los papeles. Siempre me vuelvo “bolas” como dicen los mexicanos cuando tengo demasiadas cosas en las manos. Y bueno andaba con un sobre amarillo de lo último, tenía mis fotos en la bolsa del foto estudio (dentro del sobre), la constancia de trabajo en el sobre de la firma (a su vez dentro del sobre amarillo también), en fin, un “merequetengue” difícil de describir y que tuve que explayar en la mesa de la segunda cola, luego me tarde un mundo en recogerlo, con desagradables consecuencias:
―SEÑOR DESPEJE LA MESA ¡SIGUIENTE!
―Ya voy…
―¡DESPEJE LA MESA!
Cuarta recomendación: Lleva un bolígrafo plástico.
Luego viene la tercera cola del día, la segunda más larga. Ahí hice una amiga (yo siempre hago amigas, nunca amigos), lo cual hizo la espera más tranquila. Minutos después de esa cola nos pasaban a unos banquitos de concreto mas incómodos que los del IVSS, aunque más limpios, y a esperar. Más tarde se paró un sujeto súper, súper lindo a explicar lo que debíamos tener a la mano antes de pasar a la cuarta cola. Esto incluye: llenar la tarjeta que te graparon a pasaporte en la segunda cola, y el negocio empieza:
―LOS QUE NO TRAJERON BOLIGRAFO en este pequeño quiosco (Si, hay un quiosco venezolanisimo en territorio federal) venden. Les voy a dar 3 minutos para llenar la información.
Obvio hay un momento de “madness” cuando todo el mundo se para a pedir bolígrafo prestado o a comprarlo en el kiosco (A Bs. F. 5). Después de eso viene la cuarta cola del día.
Quinta recomendación: No dobles nada de los papeles.
Durante esa segunda charla indicaron expresamente no doblar la planilla del código de barras, pero por alguna razón escuche y vi esto:
―SEÑOR LE DIJE ¡SIN DOBLARLO!
―Pero…
―SIN DOBLARLO.
Para nada porque luego de una chequeada absurda que nunca entendí ellos te lo doblan. Tonterías. Y yo que me creía estúpido por ser adicto a explotar las burbujitas de los plásticos en los que envuelven encomiendas, pero bueno, cada quien con sus temas.
Sexta recomendación: No lleves correa, reloj, zarcillos metálicos grandes, y tampoco chaqueta.
No lleve nada de eso, con excepción de correa, y gracias a Dios y a todos los santos, andaba con un jeans de mi talla ¿Se imaginan si no? Es que ni siquiera... El punto es que el vigilante intenta quitarte un dólar por asignarte un cesta negra para llevar tus cosas metálicas (que no el celular) pero eso es gratis, no se dejen vacilar.
Quinta recomendación: Tomate un tilo antes de entrar.
Yo no lo hice, y aunque creía que no me importaba mucho si me decían que no, luego de hacer la cola interna, y que me dieran el número con el que me iban a llamar, me entro el ataque de nervios mas inexplicabable, como si fuese a dar una conferencia de matemáticas o algo así. Pensaba “Por favor Diosito que me den eso, y prometo no burlarme de mas nadie”, pero bueno, finalmente llamaron al número 34 en español e inglés, y me dirigí a la misteriosa puerta.
Ultima recomendación: No te “arreches”.
Después de la puerta hacía un frio terrible, y contrario a lo que imaginaba te atienden en una forma impersonal detrás de una ventanilla tipo “cajero externo” de cualquier banco (supongo que en épocas pasadas los han escupido/golpeado y afines. Como sea.
Todo paso muy rápido, me preguntaron con quien vivía, hacia cual ciudad me dirigía, me pidieron mi estado de cuenta, mi constancia de trabajo, y luego me metió una cartita genérica dentro del pasaporte, me dijo algo ininteligible, y para afuera. No se pierdan imaginarse mi tembladera loca cuando me tomaron las huellas
Por supuesto que le grite, le escupí su jodido vidrio, le dije que al cabo que ni siquiera quería ir a su mugriento imperio. Pero luego desperté de mi ensoñación y me dirigí a la puerta identificada con un letrero de “Exit”.
Afuera del territorio federal, desee ese tilo más que nunca, sobre todo cuando una estúpida chismosa vio que aún conservaba mi pasaporte y me dijo “¿No te la dieron?”. La quería matar, pero se salvo porque mi hermano llego a buscarme. Nunca conseguí ese té, pero me pare en Maitana de regreso a Valencia a atiborrarme de comida grasosa.
Por cierto este post me costó 602 Bs. F, mas viáticos, así que por favor coméntenlo.
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